QUIZÁS UNA DESPEDIDA.
Edgard J. González.- *Ver NOTA al final.
El
párrafo final del artículo publicado el domingo 11 pasado, fue excluido, sin mi conocimiento ni consentimiento.
Hubo ocasiones en que substituyeron palabras o las redujeron a su simple
inicial, por lo cual se culpa usualmente a los eufemísticos “duendes de taller”, aunque se trata de
censura mojigata, como si las
páginas de Opinión no fuesen para lectores adultos y los textos debieran ser
filtrados para evitarles daños en su frágil formación. Aquellas travesuras de
los supuestos duendes se transforman ahora en arbitrariedad que mutila un escrito, cuyo autor es el único ser con el derecho de modificar el producto de
su intelecto, a menos que autorice a un tercero, lo cual es improbable
cuando se trata de opiniones personales, que son diferentes hasta entre
hermanos. Para colmo, ahora se pretende uniformar
la longitud de los artículos de Opinión, imponer la homogeneidad en la
longitud de los textos, cuando el estilo
y la estructura que respaldan la construcción de un escrito derivan de la
personalidad, por lo que encontramos articulistas que escogen resumir en
dos o tres párrafos sus opiniones, en tanto que otros prefieren abundar un poco
más en sus análisis y explicaciones, y para ello requieren de mayor espacio. El tamaño de los textos y la frecuencia con
que son producidos, dependen de cada individualidad, y tan arbitrario es
exigir que se reduzca a la mitad el
acostumbrado texto, como obligar a duplicar
la longitud a quienes gustan expresarse en forma breve. Los textos cortos compensan por los largos,
y dan para todos los gustos, ya que al final los lectores escogen sus
preferencias y deciden qué leer.
Los medios de comunicación deben Informar,
Educar y Entretener. Los periódicos son parte de los medios, y deben
competir con la Radio, la Televisión, y
ahora con Internet, para captar su clientela, lo cual no es fácil, dada la
comodidad inherente al disfrute de la
Radio (sólo la escuchamos, y lo podemos hacer mientras caminamos,
conducimos un vehículo, incluso realizando las labores cotidianas del trabajo y
el hogar), y la TV (hay que dedicarle
dos de los sentidos, vista y oído, pero se puede ver TV con el resto del
cuerpo en posición absolutamente relajada, lo que a menudo nos lleva a la
somnolencia). La lectura, exige
concentración cerebral y visual, y esfuerzo corporal para sostener el
libro, la revista, el diario. Los que comparten un espacio con un aparato de
Radio o TV encendido, difícilmente pueden dejar de ser receptores de la
programación a su alrededor, pero nadie
se involucra en la lectura de otros, a menos que sea muy entrometido. El acto de leer es exclusivamente personal,
salvo cuando se trata de ejercicios de una maestra para enseñar a uno o varios
pupilos, y fuera del ámbito estudiantil nunca es obligatorio ni tarea de
varios. De adultos, leen aquellos a quienes les provoca, a quienes les gusta,
los que sienten que lo necesitan y hasta prefieren a las otras opciones. Igual cada quien escoge sus lecturas, discierne
entre temas y estilos (drama, comedia, ciencia), extensión de los textos
(artículos, reportajes, entrevistas, cuentos y novelas cortos o largos),
formato de los textos (diarios, revistas, enciclopedias, libros, Internet). Lo que diferencia a un diario de los demás
no son las noticias, puesto que con la excepción del énfasis sobre
incidencias locales, los hechos resaltantes, nacionales e internacionales, y
las propagandas, son los mismos. Lo que
distingue a cada diario es la calidad de sus reportajes, de sus entrevistas, y
de los puntos de vista que presenta en sus páginas de Opinión. El atentado
terrorista, el terremoto, la inundación, el asesinato, el robo, la competencia
deportiva, el concierto, el logro tecno-científico, conforman el común denominador y deben aparecer
reseñados en todos los periódicos. La
profundización en torno a un hecho político, cultural, social, económico,
se logra a través del buen reportaje, la
fina entrevista, el inteligente artículo de Opinión, y cada uno de estos mecanismos varía en su estructura y en su dimensión,
sin que por ello pudiera decirse que a menor extensión mayor calidad, o
viceversa.
En
un Foro sobre la prensa escrita, años setenta, reclamé a un Periodista y Director,
por el poco espacio que el diario a su
cargo dedicaba a la Opinión y a los asuntos culturales. El nos dio su
versión de “el tiempo es oro”, afirmando que le dolía no poder asignar mayor
espacio a Cultura y Opinión, pero estaba obligado a escatimar. Denuncié la contradicción y la mentira,
al recordarle que en su diario las fotos
de chicas semidesnudas ocupaban grandes espacios. La situación no ha
cambiado mucho, se siguen dedicando
enormes espacios a ilustres nulidades, mientras se congela o reduce el dedicado
a la Opinión. La Libertad de
Expresión está amenazada de muchas formas y aun desde factores que se dicen
democráticos, pero actúan autocráticamente. Quienes pretenden imponer
cambios deberían sondear los puntos de vista de los Articulistas y de los
Lectores (y me refiero a Lectores, no a los analfabetas funcionales, esos que prefieren textos telegráficos).
No considerarlos en la ecuación constituye un
irrespeto, y una violación al derecho a expresarse libremente, sin
específicas limitaciones que secuestran la potestad de decidir la forma, el fondo y la extensión de lo que cada quien escribe,
estableciendo para los artículos parámetros
propios de mercancías que se venden por metros o por kilos, y la
uniformidad en todos los textos. Esta peligrosa cuantificación, obligó a Ibsen Martínez a dejar de escribir su
telenovela “Por estas calles”, cuando
le exigieron que la alargara, por rating
y lucro, más allá de lo que él propuso inicialmente para su creación. La
misma actitud inquisitorial hubiera podido reducir
a sesenta solamente los “Cien años de soledad” de García Márquez, o mutilado
hasta santificarlas a “Pantaleón y las visitadoras” o “La Tía Julia y el
escribidor”, de Vargas Llosa. Los Lectores y Articulistas tienen la
palabra.
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Logré hace poco descubrir y rescatar este texto, extraviado en las catacumbas de lo digital, por ello no lo había incluido en esta selección de mis opiniones, acá en mi propio Blog.
Esto de la discrecionalidad de los
propietarios y autoridades de los medios, se suma a las arbitrariedades de
funcionarios públicos de distintos niveles, y es asunto pendiente de discusión
en el Poder Legislativo, los Gremios y las Universidades, obligados a velar por
la difusión de las Informaciones y Opiniones sin censura parcial o total, sin adulteraciones ni conveniencias impuestas por
intereses grupales o partidistas.
Barquisimeto abril 1º, 2019.
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