Hendrina, inspiración, y tormento.
“Ay !
Siendo tanto mi amor.
Y tú, tú
lo quieres matar.
Mujer, ¿
por qué tiendes dolor,
a aquel
que te ha sabido amar..?”
La vida de Napoleón Lucena estuvo dedicada a la música, pero el
amor marcó su inspiración. Nacido el 26 de abril de 1890 en El Tocuyo, desde
muy temprana edad supo de su vocación por la música, debiendo trasladarse a
Barquisimeto en 1906 para ampliar sus horizontes y canalizar mejor sus
inquietudes. Fue instrumentista del clarinete, compositor, Director de
Orquesta, Educador, y hasta Empresario de Cine, vinculado fundamentalmente con
el mundo de la Música en todas las actividades en que invirtió su tesonero
esfuerzo.
Formó parte de la Banda del Estado Lara y compuso muchas piezas,
entre las que recordamos “Josefina”, “Alma que gime”, “Eco Industrial”, “Calla
Corazón”, “Flor de sangre”, “El Tocuyo”, “Cecilia”. Muchas de sus composiciones
tienen en su origen un matiz anecdótico, como “Adiós Namur” referido a ese
sector de la carrera trece en Barquisimeto, “La Víctima” que sirvió de fondo
musical a una película muy popular a comienzos del siglo, “Amar sufriendo” que
se basó en los estragos de la Peste en Venezuela, y “Piedrita”, dedicado al
famoso cometa Halley, por el revuelo que causó su cercanía al planeta en 1910.
Pero a Napoleón Lucena se le recuerda primordialmente por dos
razones esenciales; su condición de Músico y Director de la Orquesta “Mavare”, y la autoría del
Bambuco-canción titulado “Hendrina”, melodía que identificamos como emblema
musical de Lara.
La Orquesta Mavare había sido fundada por el maestro Miguel A.
Guerra el 31 de diciembre de 1898, pero Napoleón Lucena asume su dirección
desde 1915 hasta 1966. Fueron cincuenta y un fructíferos años al frente de uno
de los pilares fundamentales de la expresión cultural larense, durante los
cuales alternó la dirección orquestal con la producción musical propia, y aún
tuvo tiempo para ejercer la Subdirección del Instituto de Enseñanza Especial de
Lara, de 1926 a 1942, en el cual se dictaban materias tales como Cerámica,
Pintura, y Música (donde tuvo a su cargo las cátedras de Clarinete y
Contrabajo).
“Se
marchitaron las rosas,
mas, no
quisiera partir.
Sin ti,
mueren mis esperanzas,
Sin ti, yo
no puedo vivir.”
Nombrar a la Mavare es nombrar al maestro Lucena, e interpretar Hendrina, sea cantada o instrumentada,
es recordar no sólo al compositor de su exquisita música sino al drama
entretejido en torno a su creación, en lo cual encontramos similaridades con la
obra de ficción “Cirano de Bergerac”, aquel talentoso literato dotado de una
descomunal nariz, quien buscó a un amigo para que hiciera de testaferro, en sus
cartas a la mujer que amaba, sacrificándose Cirano en virtud de la fealdad de
su rostro.
Napoleón Lucena daba clases de bandolina a la hija de un
curazoleño, Don Pedro Hage, empleado a cargo de la facturación en la empresa
“Calderón e hijos”. Ana María Hendrina
Hage era una muchacha rubia de ojos azules, cuya belleza cautivó al joven
Lucena, quien solicitó a su amigo y poeta Juan Manuel Rojas unos versos para
entregarlos como propios a la hermosa doncella, estrofas a las cuales luego
puso música en ritmo de bambuco-canción,
según su personal clasificación (que algunos catalogaron como “habanera”). Esta pieza fue estrenada en
el teatro Juares el 31 de diciembre de 1932, ante un público que de inmediato
le brindó especial afecto.
“Adiós,
amor, adiós.
La sombra
del pesar me seguirá.
La dicha
de los dos,
El sueño
de los dos, fenecerá”.
Por algún tiempo hubo controversias alrededor de la autoría de
Hendrina. Algunos se la atribuían al también músico y compañero de la Mavare,
Angel María Abarca, quien muy gallardamente y en gesto que le honra, puso fin a
la confusión en carta publicada en la Revista NOTAS, el 8 de abril de 1934. En
su elegante escrito, Abarca -más conocido por el sobrenombre de “Sansón”-
aclara que “no será la mano torpe de mi propia insidia, la Dalila sacrílega que
me tronche este tesoro” (su reputación), “al amparar yo con mi asentimiento, la
falsa imputación del delito de fraude artístico con que resultaría manchada la
frente luminosa de mi genial amigo, el Profesor Napoleón Lucena, verdadero
autor del bambuco “Hendrina”. A nadie más que a mí puede constarle esta
aseveración franca y categórica, porque fuí de los factores del conjunto
musical de la Orquesta Mavare, que recibimos con entusiasmo y aplauso el
libreto de la obra, para su ensayo y ejecución”.
“Adiós,
mujer, adiós.
La
ausencia de tu amor yo sufriré.
Si lo
dispuso Dios,
Si lo
dispuso Dios, yo partiré”.
Aquella damisela que inspiró las estrofas del poeta Rojas y la
música de Lucena, llegó a anciana octogenaria, sin que sepamos nosotros de su
intimidad y muy probablemente ignorando ella que produjo -por amor mal
correspondido- el himno sentimental del Estado Lara, y que su nombre, Hendrina,
se repite en boca de muchas generaciones de venezolanos que indirectamente le
rinden sincero homenaje.
“¿Adonde
iré, adonde iré,
proscrito
de tu pasión,
si ayer
nomás, con tanta fe,
me diste
tu corazón..?
Mas, si el
desdén, con su impiedad,
me hiere
sin más perdón,
Yo, Yo con
piedad,
Perdónote
tu traición”.
De nuevo el 31 de diciembre hace su aparición en la vida de Napoleón
Lucena, fecha de fundación de la “Mavare” y del estreno de su exquisito bambuco
“Hendrina”, esta vez señala en 1969 el momento de su fallecimiento, a los 79
años de edad. Le sobreviven la Mavare y ese canto al amor no correspondido,
“Hendrina”, himno popular de los larenses, expresión de amor sublime.
*Publicado en el diario El Impulso (impreso en papel) en 2005, luego en los portales de Internet Analítica y Noticiero Digital (2011).-
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