sábado, 28 de diciembre de 2019

Okey EEUU, Okey Testaferros, Okey Guaidó.


Okey EEUU, Okey Testaferros, Okey Guaidó.
Edgard J. González.-

1. Tengo entendido, por lo que leí hace muchos años, que la expresión Okey, escrita con una O y una K, deriva de la guerra civil en EEUU del siglo 19, cuando los estados del norte se enfrentaron a los del sur, esencialmente por abolir la esclavitud (que era factor esencial de la economía sureña), Por la costumbre de informar en cada campamento o cuartel general de tropas, del saldo mortal de cada día, colocaban a la vista de todos el número de bajas ocurridas, indicando por ejemplo 12 killed, 9 killed, 17 killed, término que en inglés significa “matados”, que por abreviar se limitó a la simple inicial K, de modo que los días en que no tenían “casualties” se indicaban con un cero y la K, 0K, de lo que deriva el OKEY usado en el mundo entero, substituyendo el cero por la letra O (si hubieran puesto “muertos” habría sido DEAD, y la expresión derivada sería OD). Ese “cero killed” abreviado como OK -okey- representaba una gran satisfacción para toda la tropa involucrada, pues no sufrieron muertes ese día, y terminada la cruel guerra, la expresión siguió utilizándose para referir situaciones, eventos, experiencias en que prevalecía la eficiencia, la alegría, la excelencia, el desarrollo y resultado positivos de lo realizado.

2. Circuló por las redes una información sobre el grave siniestro, la noche del jueves 19 de diciembre, de un avión Beechcraft 100 King Air, siglas YV1104, procedente del estado Bolívar, Guayana venezolana, cuyos 9 ocupantes habrían perecido, a poca distancia de un aeropuerto privado en el estado Miranda, vecino de la capital Caracas. Ese suceso, con sólo la cifra de víctimas, tiene dimensiones que en cualquier país del planeta lo llevarían a ocupar las primeras planas de los noticieros en TV, diarios impresos y digitales pero, por el contrario, sobre él se ha puesto un velo de misterio, que motiva al más indiferente a preguntarse las razones para que un hecho de esas características (y los detalles que asocian a dos de los fallecidos con importantes negocios de la administración pública nacional -Gerencia del Hotel Humboldt en lo alto del cerro del Ávila, y presunto turismo de cinco estrellas en el archipiélago de Los Roques- y condición de testaferros de personeros muy vinculados al régimen militarizado y usurpador que encabeza el cucuteño Maduro), haya sido puesto bajo la alfombra, buscando que pase desapercibido, o que no se indague más respecto de esos específicos ocupantes del avión siniestrado, ni las causas del siniestro, ni la presumible y valiosa carga que transportaba, considerando que provenía de un espacio donde se destruye a mansalva el entorno, se cometen brutales ecocidios, apoyados en la impunidad que le otorga a diversas bandas la potestad de actuar de manera irresponsable con el ambiente, a fin de producir la máxima cantidad de ORO, para el exclusivo beneficio de los más altos jerarcas -civiles y militares- del régimen que mantiene secuestrada a Venezuela, su institucionalidad, su democracia, e impide que la prosperidad alcance a la mayoría.

En este trágico suceso, cuyo saldo sería 9K, fallecieron el piloto Héctor Alemán CIV 7839087, Mariano Díaz CIV 9622824, Alejandro Suegart CIV 1247991, Marielbys Contreras CIV 2509068, Ana Fois CIV 20589607, Daisy Colina CIV 7495442, Rafael Araujo CIV 17928597,  Humberto Vivanco CIV 12699169, y un noveno pasajero, presuntamente Rafael Aristigueta, cuya cédula no aparece reseñada. Pero a Díaz y Suegart, además de conectarlos con los manejos del Hotel Humboldt y Los Roques, los vinculan en calidad de testaferros de Maikel Moreno, Raúl Gorrín, y los hijos de Diosdado Cabello. Moreno, Gorrín y Cabello están en la larga lista de sancionados por EEUU y la Unión Europea, por blanqueo de capitales de procedencia ilícita y delitos de Lesa Humanidad, de manera que al siniestro en sí, se suman nexos con actividades criminales, a pesar de lo cual la noticia mantiene un bajísimo perfil, y es obvio el interés de la Nomenklatura que usurpa el poder, de ocultar cuanto pueda e impedir que se investigue a fondo este caso, nada ordinario (además del problema extra para recuperar los dineros que están a nombre de los testaferros).

3. El 5 de enero del 2020 en el Poder Legislativo la AN, el único poder legítimo en territorio venezolano, debe decidirse si en la Presidencia de la Asamblea Nacional (y por ello mismo, en la Presidencia -Encargada- de la Nación) permanece Juan Gerardo Guaidó Márquez, reelecto, o escogen otro diputado para asumir los dos cargos. Contra Guaidó, tanto desde el diverso bando del oficialismo como desde el bando de la porción gelatinosa colaboracionista (Henry Falsón, Bertucci, Claudio Fermín, Enrique Ochoa Antich, Eduardo Fernández, Timoteo Zambrano, Gustavo Mujica), y los guerreros del teclado, los radicales que disparan desde la comodidad del anonimato, bizarro conjunto que funciona como mazo adicional para debilitar el esquema de la genuina oposición [Cese de la Usurpación, Elecciones transparentes, Gobierno de Transición], han implementado una permanente campaña de descrédito y agresiones, que incluye el  arbitrario encarcelamiento y forzados exilios de diputados y dirigentes comprometidos con ese esquema de tres fases, además de la descarada campaña por difamar a Guaidó, responsabilizándolo por los presuntos desvíos de dineros, procedentes de donaciones internacionales, destinados a ayudar a los migrantes venezolanos en la difícil diáspora a que los ha forzado la enorme crisis que azota al país, a su vez producto de la sistemática destrucción -por parte del castrochavismo desde febrero del 99- de la economía, la moneda, la institucionalidad, la convivencia, y la calidad de los servicios públicos. Sin mostrar pruebas que respalden esas acusaciones, mucho menos la improbable participación de Guaidó en el manejo directo de esas donaciones (funciones que no le corresponden a un Presidente Encargado), los rumores -tercamente repetidos- han sembrado dudas en una porción de la población, que interpretó erróneamente que este complicado conflicto se resolvería en pocas semanas (el inmediatismo es uno de los defectos más intensos del venezolano promedio) y se desesperó al ver transcurrir el año 2019 con el agente castrista Maduro todavía aferrado al poder, y aparentando tener fortaleza y apoyo popular, ambos reducidos a su mínimo histórico; Un conjunto de grupos armados (alta oficialidad de las FFAA comprometida en negocios turbios, narcotráfico, contrabando de gasolina, explotación sin Contraloría ni respeto ambiental del espacio que abarca el Arco Minero, blanqueo de capitales, etc, inconstitucionales milicias, colectivos de lumpen armado, facciones de las FARC, ELN, Hezbolá), y muchedumbres sometidas por las carencias más primitivas, a las que controlan distribuyéndoles las insuficientes limosnas del CLAP, y los “bonos de la patria”. Sumando los grupos armados y los desarrapados controlados con las migajas alimenticias, son una MINORÍA que no llega al 20% (lo que les ha obligado a cometer exagerado FRAUDE para “elegir” la ilegítima y totalmente roja azamvlea prostituyente en el 2017, y “reelegir” al cucuteño en mayo del 2018. Con esa realidad en contra jamás permitirán un proceso electivo libre, honesto, transparente, que incluya a los millones de venezolanos en el exterior).

Aplicando la mínima lógica, el escaso sentido común que le quede al individuo promedio, tan dado a la impulsividad, a dejarse influenciar por rumores e incongruencias, cualquiera puede inferir que si el régimen está esforzándose por evitar que Guaidó sea reelecto (y para ello han llegado al extremo de ofrecer alto$ soborno$ a algunos diputados, buscando evitar que tenga suficiente respaldo la opción de la valiosísima continuidad de la gestión actual, que convocó el respaldo de 60 países, con EEUU, Canadá, Japón, Australia, las 28 naciones de la poderosa Unión Europea), resulta obvio que las gestiones que hizo Guaidó durante el 2019 han sido fructíferas (dejando a un lado el inmediatismo), y que el régimen sabe que habrá más eficiencia y efectividad en una gestión que no se interrumpa ni genere cambios burocráticos, lo que garantiza el mantenimiento y la profundización de las sanciones internacionales contra los jerarcas de la usurpación (que deberían ir acompañadas por fuertes sanciones a Cuba, la casa matriz de la subversión neoestalinista, eliminar los privilegios que el celestino Obama le concedió a la dictadura de Raúl Pamela Castro, sin exigir medidas democratizantes, en beneficio de una salida al estancamiento, parasitismo y represión que rigen en la isla cárcel).

Maduro y sus cómplices están conscientes de que, si pudieran intoxicar la AN (a la que enviaron a su minoría de diputados rojos, aunque desde el 2016 le inventaron una condición de “desacato” surgida de las interminables arbitrariedades del tribunal supremo, presidido por un ex convicto, que interpreta las leyes siempre en beneficio del régimen, violando lo esencial de la administración de Justicia), aprobando la opción de no reelegir a Guaidó, eso sería contraproducente para la genuina Oposición. Equivaldría a comenzar de cero otra vez, perdiéndose la continuidad de muchos de los logros del primer año de Guaidó, y corriendo el riesgo de que -por politiquería tradicional- resulte electo alguien tan estéril y buchiplumoso como el Ramos Allup que desperdició el 2016 promoviéndose a sí mismo, sin dar pasos de avance reales y eficientes, como los que sin duda se dieron en este 2019. No habrían enviado a sus fichas de regreso a la “AN en desacato”, ni habrían ofrecido $oborno$, de no constarles que la reelección de Guaidó fortalece al proyecto opositor, y hará que la comunidad internacional aumente sus esfuerzos (y sanciones) contra el destructivo sucialismodelsiglo21, que no puede tener un final feliz, si recordamos los colapsos de sus predecesores, la URSS y sus satélites, 1989 a 1991. El saldo de trayectorias políticas malbaratadas es bajo, quizás 7K u 8K, la mayoría de los diputados opositores permanece fiel a los principios que nos comprometen a todos a rescatar el país. La continuidad opositora sentencia a muerte a la continuidad del flagelo comunistoide, corrupto y represivo que secuestró al país.

miércoles, 18 de diciembre de 2019

Gatos por liebres en el arte.


Gatos por liebres en el arte.
Edgard J. González.-

En ocasión de visitar la bucólica población de Cubiro, en una hermosa montaña a una hora de Barquisimeto, Venezuela, en caravana de tres vehículos porque teníamos parientes de Caracas de turistas por Guarolandia, estacionamos a un lado de la plaza, y de la mano con mi hija menor me dirigí a la entrada principal de la Iglesia. La niña, de seis años entonces, me frenó preguntándome “¿por qué vamos a entrar aquí si nosotros no creemos en eso? .Tuve que explicarle que los templos son valiosa expresión de Arquitectura e Ingeniería, y a menudo contienen obras de arte como pinturas, tallas en madera, esculturas, todo lo cual podemos apreciar y disfrutar sin que necesariamente seamos creyentes religiosos (y eso rige también para mezquitas y sinagogas, que he visitado en condición de curioso cultural). En otra oportunidad, circulando por las calles del Cementerio General del Sur en Caracas, para visitar la tumba de mi madre, vimos muchos mausoleos con grandes esculturas de mármol representando ángeles -por supuesto con alas-, y la misma hija, ajena al indoctrinamiento dogmático que desde tempranas edades les llena el cerebro con las figuras de seres imaginarios, diablos, querubines, vírgenes y santos (con frecuencia levitando), luego de haber visto varios de esos ángeles de mármol, expresó “¡ Ah buenas mariposotas hay aquí !”. 

Convencido de que forma parte de los deberes de todo progenitor, inculcar en sus hijos el gusto por las más sublimes expresiones del Arte, como también el disfrute de la lectura, algunos fines de semana cada tantos meses, llevaba a mis 4 hijos al Museo de Barquisimeto, donde -es la teoría esencial, y es lo que yo encontré en mis visitas a docenas de museos, en Venezuela y en el exterior- ofrecen al público una selección de obras de alta calidad, pinturas y esculturas que muestran las representaciones e interpretaciones de la realidad, que a través de los tiempos (desde los petroglifos y las figuras plasmadas en cavernas) nuestros ancestros y contemporáneos han realizado, lo que nos permite admirar sus destrezas y talentos con los pinceles, manos y cinceles, y conocer rasgos de cada época pasada, previas a la fotografía. Cada vez que -un sábado o un domingo- interrumpía su rutina de juegos ordenándoles bañarse y vestirse para ir al museo, obedecían con obvio disgusto por el cambio de actividad y la poco atractiva perspectiva de invertir tiempo de jugar, en recorrer salas con lienzos y esculturas.

En una deplorable visita, la sala más grande del museo estaba ocupada por una veintena de “obras” elaboradas uniendo partes de objetos rotos, ramas, rines o ruedas de bicicleta, trozos de tela, para conformar una especie de collages tridimensionales, con títulos deliberadamente ambiguos, “Universo acongojado”, “Recuerdo angustiante”, “Soledad repartida”, y todos indicaban ser “Propiedad del autor”. A la salida, había un libro grande con páginas en blanco, dando espacio para comentar acerca de la exposición. Grabados en mi memoria quedaron dos breves opiniones; 1. “Si juntar basura con basura es arte, todos somos artistas”. 2. “¿Cómo no van a ser todas propiedad del autor? Nadie va a comprar esas vainas”. Como guinda a la torta que sin intención puse, al obligar a mis hijos a tener aquella terrible experiencia, mi hija menor, la respondona con ingenio, que no pronunció palabra durante el recorrido por aquel absurdo, apenas salimos del Museo me dijo: “¡ Y tú nos trajiste a ver esa horripilantiquez! (creando una híbrida y muy apropiada palabra). 

Los tres párrafos anteriores son el prólogo a mi enfoque de la decadencia que gradualmente ha estado invadiendo los predios de museos y galerías, sobre todo en países del tercer mundo, con obras que pretenden hacer pasar por Arte, sin llenar los requisitos mínimos de calidad en los resultados, que a su vez reflejan el escaso o insuficiente talento de sus autores. La absoluta mayoría de las obras de los museos más prestigiosos del mundo, como El Louvre en París, El MOMA en NY, El Prado en Madrid, el del Vaticano, El Hermitage en San Petersburgo, el enorme grupo de museos y galerías de Washington DC, demuestran calidad suficiente como para ser exhibidas en esos centros que coleccionan y comparten con el inmenso público visitante el mejor Arte, y por ello mantienen su potente atractivo para quienes disfrutan de las más exquisitas pinturas, esculturas, fotografías, reliquias, tesoros arqueológicos, artesanías, instrumentos, herramientas, armas, carruajes antiguos y vehículos modernos, etc. Pero, gradualmente han venido incorporando objetos, cuyos autores se autodenominan artistas, sin serlo, y el contrabando ingresa a museos y galerías con el celestino aval de ciertos curadores que se suscriben a la demagógica corriente de lo políticamente correcto, en la cual se afirma que todo es normal y meritorio, la fealdad y la impostura no existen, la calidad es inherente a cualquier cosa que emane de la voluntad de una persona, "siempre que sea hecha con buena intención". El dañino igualitarismo infecta el mundo del arte, y se equiparan un Rembrandt, un Velásquez, un Da Vinci, un Buonarroti, un Michelena, Un Cabré, un Villalón, con cualquier garabato elaborado por un patán sin talento pero con sobradas agallas y padrinos progre que apoyan esos despropósitos, tan perjudiciales para la formación cultural de las nuevas generaciones, que deben soportar la invasión de esperpentos pictóricos, esculturales, “artísticos” en general, a cuenta del nuevo enfoque holístico y demagógico que sostiene que no hay diferencias entre “La piedad”, “La victoria de Samotracia”, “La Monalisa, y cualquier morisqueta perpetrada en dos o tres dimensiones por un hombre común poseído por el afán creativo y un ego tan grande como su ignorancia respecto de lo que el Arte es y debe ser

Mientras sociedades privilegiadas pueden admirar obras de Renoir, Degas, Van Gogh, Dalí, Antonio Guzmán, Catalano, Mueck, Di Módica, Hanks, Caravaggio, Berlini, Sorolla, los pueblos del tercer mundo, sometidos por oclocracias que, por supuesto, siguen las tendencias de la corrección política, deben conformarse con los lienzos, los mármoles, metales, arcillas, maltratadas por gente sin talento artístico pero súbditos incondicionales de los regímenes que los califican como artistas y destinan espacios en sus museos y galerías para que exhiban sus agresiones a la belleza, a la armonía, a la precisa combinación de colores y pinceladas, a la perfecta reproducción de los rasgos en la exigente transformación de la arcilla, de la piedra y la madera nobles, de los metales, como si no fuesen insultantes, tanto a los genuinos artistas como a las audiencias que buscan y merecen encontrar Arte puro, no demagogia populista, correcta política y nauseabundamente. Consideran “expresiones artísticas populares” a los narco-corridos, igualados a las sinfonías de Mozart, Chopin, Tchaikowsky o Bethoven, o las ya clásicas melodías de jazz, bolero, danzón, rumba, guaracha, baladas. El regatón más chabacano, con sus vulgares coreografías, a nivel de lo más sublime de compositores y bailarines consagrados, Rafael Hernández, Bernstein, Manzanero, Aldemaro Romero, Agustín Lara, Perales, Chelique Sarabia, Carrillo, Simón Díaz, Herrero/Armenteros, Ariel Ramírez. Empatados Eiffel y Farruco, garabato en pleno centro de Caracas. Tutankamón y Chávez de tú a tú en sus respectivos sarcófagos, museos y trayectorias.

Andrés Boulton, genuino y muy calificado crítico, denunció en los años 80 a un argentino que plagiaba a un famoso artista venezolano, y el cínico sureño negó que fuesen plagios, pues “apartando los obvios parecidos, él había elaborado cada una de sus obras”. En 2006 vi, en una galería del CC Sambil de Caracas, una obra correspondiente a los paquetes que en ese momento pintaba José Antonio Dávila, pero la firmaba un italiano que plagiaba a pedido de la galería. Al fotografiar a un joven que copiaba con absoluto descaro uno de los famosos caballos de Bernardo Nieves, tuvo el tupé de decirme que estaba prohibido tomarle fotos, como si fuese lícito el plagio que él estaba cometiendo. En Europa autorizan a los artistas que quieren copiar a los clásicos, pero cada copia debe señalar su condición de tal. En la Feria de Miami “Art Basel”, este mes, el presunto artista Maurizio Cattelan presentó una banana pegada a la pared con duct-tape, y la noticia indica que fue adquirida por 120.000 dólares (aunque un “performer” luego tomó el cambur, lo peló y se lo comió, en una actuación que compite en chabacanería con la perpetración primigenia). Ese mismo Cattelan, payaso del arte, había exhibido un inodoro chapado en oro en el palacio Bleinheim del Reino Unido. Y en la Tate Modern exhibieron una  canoa, en la que una salchicha entraba y salía.

En algunos casos, además del talento se reconoce la creatividad cuando el genuino artista, que ha demostrado dominio sobre su oficio, cualquiera de las expresiones del arte (o la literatura), produce una obra vanguardista que se diferencia de todo lo anterior y propone un nuevo campo. Picasso y Dalí dieron sobradas muestras de su genio pictórico en la dimensión tradicional, antes de producir las obras por las cuales se convirtieron en pioneros (del cubismo, del surrealismo), y sus méritos residen en haber sido los primeros en pintar de esas maneras. El mayor mérito de Cristóbal Colón no derivó de sus dotes como piloto naviero, ni siquiera en haber sumado un nuevo continente al mapamundi (murió sin saberlo, pensó que había llegado a la India, en nueva ruta al lejano oriente, de allí que llamaran indios a los aborígenes de estas tierras). Su mayor mérito radicó en haber rechazado la convicción mayoritaria de que la Tierra era plana, y que navegando hacia el oeste inevitablemente los barcos y sus tripulaciones caerían por el borde de esa Tierra plana, en torno a la cual giraban el sol, la luna y las estrellas del firmamento. Es probable que antes de Colón, otros navegantes (vikingos por ejemplo) hayan alcanzado las costas de Norteamérica, pero como no dejaron registro formal de esos eventos, correspondió a Colón la gloria histórica. Hacer esa travesía hoy es rutina, y nadie que vaya de un extremo a otro del océano Atlántico o del Pacífico, se vanagloria por haber hecho una proeza única y pionera, que es el caso de charlatanes como Cattelan y sus cómplices en la estafa pseudo artística de Miami, que ignoran u omiten mencionar que el mérito primigenio de convertir objetos comunes y corrientes en caprichosas obras de arte, corresponde a los pioneros. Como Marcel Duchamp, quien formó parte de la vanguardia que produjo trascendentales cambios en la forma de hacer e interpretar el arte. Duchamp en 1913 exhibió una “Rueda de bicicleta sobre un taburete”, iniciando una corriente de Vanguardia, en 1917 presenta su “Fuente” (un Urinal acostado). Lo que entonces era absolutamente original y buscaba generar cambios en las perspectivas del público, era indudablemente meritorio. Pretender pasar por vanguardista más de un siglo después, caso de Cattelan y otros bribones, es algo patético con hedor a estafa dirigida a absolutos ignorantes o nuevos ricos, incapaces de distinguir entre talento y basura.

Por cierto que nuestro insigne Simón Rodríguez, Maestro que marcó su impronta en su pupilo y tocayo Simón Bolívar, Libertador de cuatro  naciones, también fue un atrevido vanguardista en la tercera década del siglo 19. De visita en Bolivia, nación creada por Bolívar y Sucre a partir del territorio del Alto Perú, como huésped de honor del presidente Sucre, organizó una reunión para altos dignatarios y funcionarios, en la que sirvió las bebidas en vacinillas (nuevas por supuesto), lo cual provocó una pésima reacción de los invitados, incapaces de interpretar la intención iconoclasta de esa puesta en escena Robinsoniana. El poeta García Lorca puso su grano de arena en esa corriente vanguardista, nos dejó la expresión “la flor en el culo del muerto”, que evidentemente no refleja ninguna porción del ritual en torno a los fallecidos, a quienes la tradición, durante el velorio y el entierro, jamás ha incluido colocar una flor cerca de esa porción del cuerpo. Era parte de su contribución a la obvia irreverencia que caracterizaba al vanguardismo de sus compañeros artistas, y no tendría hoy mérito alguno que un poetastro, pretendiendo dárselas de vanguardista, incorporase a uno de sus versos una línea como “El tulipán entre las nalgas del occiso”, o “La orquídea en el pene del difunto”.  Plagio Mondo y lirondo. 

Hasta el siglo 19 hubo un monopolio del tema religioso, que prevalecía en pinturas, tallas y esculturas. Fue difícil y gradual la aceptación de otros temas, lo “clásico” imperaba, rechazando lo que no fuese de elaboración e imagen ortodoxa. Las corrientes modernistas que proponían nuevos enfoques eran repudiadas (se dice que, en vida, Van Gogh sólo vendió un cuadro), pero paulatinamente las nuevas tendencias encontraron sus espacios y su público. Desde los años 80 del siglo 20 las grandes empresas dedican parte de sus capitales al patrocinio de las artes, museos y galerías se benefician de esos importantes aportes que, en los casos de petroleras, tabacaleras, farmacéuticas, buscaban mejorar sus imágenes, ocultando lo contaminante y lo poco ético, tras la fachada de mecenas de exposiciones de  artistas plásticos o escritores. En este siglo 21 aparece “lo políticamente correcto” que con su demagogia sostiene que nada es feo y todo es meritorio, tras lo cual todo tipo de engañifas es posible en torno al arte y la dimensión que conjuga la estética, el talento y la creatividad, dando lugar a los contrabandos de basura etiquetada como arte. Su más vergonzosa expresión ocurrió hace pocos años, cuando premiaron en una Bienal de Venecia la vulgar invasión en Caracas de un moderno rascacielos terminado en un 80%, por un centenar de marginales que ranchificaron la estructura, afeando el entorno, anulando las inversiones y aumentando la inseguridad del sector. Premiar como “muestra de creatividad artística popular” una expresión de barbarie, sólo aplaudida por los energúmenos del régimen militar, represivo y corrupto,  que auspició esa salvajada, evidencia el grado de degeneración de una porción del esquema encargado de seleccionar, organizar y ofrecer una parte de las obras que deben representar al arte contemporáneo.  

Esta descarada tendencia de ciertas galerías y museos, de presentar contrabandos, basura carente de talento, originalidad, calidad, termina pareciéndose a esas Catas a ciegas, en las que los expertos eligen como el mejor vino, al más barato y desconocido de la muestra seleccionada. Lo que Natura non da, Salamanca non lo presta, aunque algunos galeristas y curadores se presten para redondear la estafa de equiparar la infinita calidad y hermosura del legado artístico acumulado durante milenios, con la fealdad y absoluta falta de talento de “obras” deleznables, perpetradas con la terrible y descarada intención de integrarlas al muy valioso bagaje que heredamos de la élite de genios que produjeron obras de arte que no admiten dudas sobre su calidad y trascendencia. Ya basta de burlarse del arte y del buen público, con las excrecencias de mediocres sin talento artístico ni escrúpulos, ocupando los espacios de museos y galerías donde esas “horripilantiqueces” ni siquiera engañan a una niña de seis años con mínimas nociones de belleza.



banana con tape,
horripilantiquez de Cattelan. 




viernes, 29 de noviembre de 2019

Frontera tricofóbica, avión de lona.


Frontera tricofóbica, avión de lona.
Edgard J. González.

En abril de 1970 viajé con una pareja casada, heterosexuales, en una camioneta Land Rover que había adquirido usada en una subasta de vehículos militares, al norte de Inglaterra, por supuesto con el volante a la derecha, pues los del Reino Unido y la Commonwealth conducen por el canal izquierdo. Ya habíamos hecho algo de turismo interno en Inglaterra y Gales, pero esta vez el tour nos llevaría a atravesar el canal de Dóver a Calais en Hovercraft, una nave inmensa que traslada vehículos en el primer nivel, y pasajeros en butacas en el segundo nivel, haciendo el mismo trayecto que los ferries pero sobre un colchón de aire (tiene poderosas hélices debajo, que la hacen levitar a pocos centímetros del piso de concreto por donde ingresan directamente a sus entrañas los vehículos y pasajeros, y del agua que separa a la isla británica del continente firme con el cual conforma Europa. Otras hélices, sobre cubierta, soplan hacia atrás, impulsando la nave hacia delante. La travesía, que en ferry duraba dos horas y media, en esta maravilla, el Hovercraft, podía reducirse a 45 minutos, con la ventaja de que no ocurre el bamboleo de arriba abajo, que para quienes somos propensos al mareo, puede ser molesto.



Recorrimos Francia de Noroeste a Sureste, visitamos París que bien vale mucho más que una misa, ingresamos a España por San Sebastián, fuimos a Pamplona, Madrid, Toledo, giramos a Portugal, nos deleitamos con Coimbra, Lisboa, Faro, y reingresamos por el sur hacia Andalucía y sus maravillas, Sevilla, Granada, Córdova, Málaga. Allí nos embarcamos en un ferry hacia Ceuta que, con Melilla, son territorios de ultramar de España, colindantes con Marruecos, al extremo NW de África. La aduana en la frontera marroquí estaba en una pequeña oficina a la izquierda de la angosta carretera de dos canales, bajo un enorme techo de unos 12 x 12 metros. Estacioné a la derecha de la vía, y los tres veíamos con asombro que el piso bajo aquel alto techo, además de estar sombreado, estaba cubierto de mechones de pelo de gran variedad de color y textura, como el piso de una barbería tradicional en horas de mucha actividad. Mis dos acompañantes le dieron sus pasaportes al funcionario, a través de una pequeña ventana, y este procedió a sellarles la entrada sin mediar palabra. Pero cuando yo me coloqué frente a la ventanilla y le entregué mi pasaporte, el tinterillo con muy malas pulgas me lo devolvió diciéndome en mal tono que yo no podía entrar a su país porque tenía mi cabello demasiado largo. Al protestar por lo que supuse era una arbitrariedad del empleado, me dijo que era una orden del rey de Marruecos, Hassán II. Entonces comprendimos la razón de aquellas docenas de mechones de pelo cubriendo todo el piso en el área destinada al trámite aduanero.

Imaginen ustedes, en el año final de la década de los 60, con los Beatles causando furor en Europa, América y buena parte del resto del mundo, su música, su vestimenta y sus peinados marcaban la pauta para los varones que cayeron hechizados bajo su potente influencia cultural, y un monarca absolutamente anodino y retrechero, impone la prohibición de ingreso a SU reino, para quienes no lleven su cabello corto, lo que involucra a la mayor parte de los jóvenes que en ese entonces hacían turismo por el planeta.

Ante la disyuntiva de tener que devolverme, perder el viaje en ferry y la oportunidad de conocer Marruecos, opté por pedirle a mi amigo (cuyo corte era casi militar) que de manera disimulada se agachara en el piso peludo y recogiera mechones de pelo parecido al mío (negro y lacio entonces, hoy con nieves perpetuas), y a ella que hiciera con sus tijeras (toda mujer lleva en su cartera 128 artículos, incluyendo 23 totalmente inútiles) como si estuviera cortándome el sobrante que rechazaba el estúpido y anacrónico monarca, mientras yo embutía mis cabellos bajo la gorra. Luego de la ruidosa parodia, con sonidos y ademanes tijeriles muy obvios para el obediente súbdito en la nómina aduanera, y un montón de pelo negro en mi mano, fui hasta la taquilla y le lancé al abusivo empleado el pasaporte y el pelero. Él reaccionó disgustado llamándome “irrespetuoso”,a lo cual yo respondí: “Irrepetuoso es su rey, que impone esta caprichosa medida a quienes vienen en plan turista. Y no me haga perder más tiempo, que ya perdí demasiado pelo con este ridículo trámite”. Aparentemente eliminado el motivo para negarme el ingreso, aquel empleadillo tuvo que sellarme el pasaporte, y pudimos conocer Rabat, Tetuán, Casablanca, Tánger, Fez, sus callejuelas y bazares, siempre manteniendo mi cabellera oculta bajo la gorra, evadiendo un segundo desagradable encuentro con algún funcionario ansioso de cometer un mini atropello para complacer al caprichoso en el trono y, quizás, ganarse alguna felicitación por mantener en alto cánones obsoletos, reñidos con los avances de la civilización y las directrices de Los Beatles (que a pocos días de llegar a Londres, en septiembre del 68, me recibieron con su lanzamiento del video en el que ofrecían su “Get back” desde una terraza en un 4º piso, mientras los peatones en la avenida se paraban y volteaban hacia aquel espacio del cual emanaba esa deliciosa canción. Habría sido interesante que visitaran Marruecos en esa época, a ver si en el aeropuerto se hubieran atrevido a exigirles que mutilaran sus cabelleras, para complacer a Hassán, o serían deportados de inmediato).




Los ingleses en formalidad están en las antípodas de nosotros, que podemos conversar con cualquiera y en cualquier parte, como si nos conociéramos de años. Si no ha ocurrido la formal presentación, difícilmente un inglés conversará con un extraño, y eso abarca los espacios comunes que comparten los miembros de un College, que es el multiespacio que ofrece   residencia, capilla, comedor, Junior common room, canchas de juego, áreas verdes, en el cual convergen estudiantes de pregrado y postgrado (Research) de todas las especialidades, cuyo común denominador es ese Colegio al que pertenecen y con el cual deben identificarse en términos sociales, deportivos, culturales, académicos, etc. El príncipe Carlos (luego casado con Diana por arreglo morganático y convivencia catastrófica) fue asignado al King´sCollege en 1969, al Enmanuelle College iban los hijos de la “nobleza”. A mí me asignaron al Saint John´sCollege, que tenía un edificio llamado el “new building” porque era dos siglos más joven que el resto de las viejas edificaciones.  Pero habiendo sufrido durante 7 semanas los rigores del frío propio del invierno boreal en enero y febrero del 69, desesperado exigí que me ubicaran en una residencia con mejor calefacción, y tuve la suerte de que estaban desocupando un apartamentito del Cripps Building, por el que yo babeaba a diario, pues había ganado el primer premio de Arquitectura el año anterior, y sus instalaciones eran modernas, con calefacción suficiente como para suspender el curso intensivo de pingüino que yo estaba realizando, contra mi voluntad y mi naturaleza tropical, en mi primera residencia, fuera del campus.

A quienes han visto alguna de las películas de “Harry Potter” les aclaro que esa arquitectura no es exclusiva de Hogwarts, pues la absoluta mayoría de los comedores y capillas de las antiguas universidades de Inglaterra son de ese estilo, de piedra labrada con extrema sobriedad. La toga es de obligatorio uso para la cena, y se diferencian en el largo de las mangas, cortas para los alumnos de pregrado (cuyas mesas están en el centro), a media distancia entre codo y muñeca para los de postgrado (con mesas al lado izquierdo de la nave), y tapando parte de la mano para los profesores, que se sientan al fondo, donde está el altar en las iglesias).

Si mal no recuerdo, sería en mayo de 1970, cuando uno de los research students con quienes había compartido muchas cenas, se levantó y, con cierta solemnidad, porque formalmente no había sido “introduced” a todos los allí presentes (yo no lo conocía), nos preguntó; “¿Alguno de ustedes querría volar conmigo una hora por dos libras y media de costo? (a Bs 10,80 que se cotizaba la libra esterlina entonces, eran 27 bolívares, una ganga por una hora de diversión y turismo aéreo). Al unísono levantamos las manos Bernard (inglés, amigo mío) y yo. El joven que había hecho la propuesta simplemente nos dijo: “Nos vemos mañana a las 9 am en la puerta principal del College”. Y aquel sábado, muy puntuales, estábamos Bernard y yo esperando al piloto que nos había obligado a morder su anzuelo con sólo mencionar que volaríamos. La aventura comenzó casi de inmediato, pues resulta que Bernard y nuestro Saint Exuperi local eran motociclistas, y compitieron en velocidad en el trayecto al aeropuerto, conmigo,  aferrado a Bernard, de chivo expiatorio de aquel exceso en dos ruedas,, que felizmente no tuvo incidente que lamentar.

En el pequeño y sencillo aeropuerto de Cambridge, llegamos a un galpón mediano, y nuestro piloto preguntó quién iría en la primera hora de vuelo. Lógicamente señalé a Bernard y recibió un raído traje de una pieza que cubría las cuatro extremidades y el tórax, que se usaba sobre la ropa que uno llevaba. Nuestro anfitrión de aventura aérea se fue por unos minutos, al cabo de los cuales apareció con un avión biplano forrado en lona obscura, con hélice en la proa  y dos compartimientos, no techados, con nuestro piloto en el asiento trasero, y al delantero fue a dar el pionero Bernard. Aquella obvia reliquia de los años 30 se alejó muy lentamente, y luego los vi despegar, tan despacio se elevaban que parecía una proyección en cámara lenta. Al cabo de lo que debe haber sido un lapso correspondiente a una hora, reapareció el biplano frente al hangar donde yo esperaba. Bernard, con la hélice girando, se bajó y se quitó el overall, entregándomelo, y haciendo señas de que me apurara. Mientras me vestía de copiloto de la entreguerra, le pregunté tímidamente cómo había sido el vuelo, y Bernard, con picardía, se limitó a mostrarme sus dos puños con el pulgar hacia arriba.

Ocupé mi puesto entre la hélice y el piloto, observé que también tenía volante, palancas y una manguera negra corrugada, que mediante señas a un espejo retrovisor a mi izquierda, el piloto me indicaba que me la pusiera al oído. Era nuestro equipo de comunicación, un extremo en mi  oreja y el otro extremo en la boca del capitán, y cumplía su propósito a pesar del ruido del motor a poca distancia frente a mí. Maniobró hasta la cabecera de la pista, y suavemente nos deslizamos por ella hasta que aquel armatoste pareció comenzar a flotar, tan lenta era nuestra elevación que casi daba la impresión de que estábamos en un globo de aire caliente. Cuando aquel avión estuvo a unos trescientos metros de altura respecto del aeropuerto y la cercana ciudad de Cambridge, seguimos desplazándonos en leve diagonal de subida, y el espectáculo que ofrecían todas las porciones que yo reconocía de la ciudad universitaria, era tan maravilloso, y aquella especie de suspensión imperceptible desde la cual disfrutaba de la mejor pantalla de cine que jamás hubiera conocido, que, lo juro por mi madre, durante esos diez minutos que nos tomó alejarnos de áreas pobladas, pensé que yo repetiría aquella vivencia cada sábado, por extremadamente placentera y barata. El avión ascendió a unos 800 metros y entonces vi que el piloto, con la manguera en la boca, me hacía señas para que pusiera mi extremo en la oreja, y me hizo la pregunta de las 64.000 lochas: “¿Are you ready?”. Confundido, sin entender  por qué me preguntaba si estaba listo, cuando ya llevábamos más de diez minutos volando, no tuve otra opción más que mostrarle mi puño con el pulgar hacia arriba. De inmediato el avión se dirigió en perfecta vertical hacia tierra, para girar 180 grados en sentido contrario y subir a toda velocidad, conmigo convertido en alguien congelado por la sorpresa y el miedo. Arriba, el angelito con quien pensaba compartir cada sábado -antes de que la situación diera ese vuelco inesperado-, se dedicó a hacer maniobras de giro en vuelo horizontal, loops y giros laterales, por unos 15 minutos, durante los cuales yo sufrí mi vía crucis personal, intentando no tocar ninguno de los controles correspondientes al asiento delantero, no fuese a empeorar involuntariamente aquel caos, mientras vomitaba hasta residuos de comidas de hacía semanas, que mis ahorrativos intestinos seguramente guardaban para una ocasión como esta.

Nuevamente el piloto en el retrovisor, con aquel revoloteo mi pierna izquierda se había enredado con la bendita manguera corrugada y la saqué de su ubicación regular, quedando Saint Exuperí 2 y yo a merced de las señas en el retrovisor. Agradecí la utilidad de aquel overall que recibió buena parte de mis restos digestivos, salvando a mi ropa y evitándome la humillación de regresar al College embadurnado y oloroso, no precisamente a Chanel Nº 5. Opté por darle al retrovisor nuevamente un “thumbs up”, ya que suponía que no me quedaba nada que expulsar de mi cuerpo, el mareo ya me ocupaba al 100%, y no era apropiado interrumpir su diversión al Ingeniero estudiante de postgrado   que apenas olvidó mencionar que en sus fines de semana se dedicaba a su afición por las acrobacias aéreas, y como le cobraban 5 libras por el alquiler del avión durante una hora, averiguó que podía incorporar a otro en el asiento delantero, pues alquilaba todo el avión, y con ese acompañante él podía volar dos horas con las 5 libras que pagaba antes, para volar una hora, solo. Bernard luego me confesó que por nada me hubiera informado sobre las maromas aeronáuticas, a él le fascinaba el efecto que esas locas volteretas provocarían en mí, y eso era un plus en aquella experiencia. ¡ El mareo me duró tres días !. Aquel frenesí acrobático fue mi debut y despedida.

                                             

domingo, 24 de noviembre de 2019

Creencias y Ciencias. Contrarias e incompatibles.

Creencias y Ciencias. Contrarias e incompatibles.
Edgard J. González.-
Gracias a los esfuerzos de una minoría de individuos, con curiosidad y metodología, que se dedicaron a observar, comparar, experimentar, calcular, organizar y explicar toda la información que recopilaron a lo largo de sus vidas, además de inventar y producir los aparatos, equipos, maquinarias e instrucciones imprescindibles para sacar provecho de sus descubrimientos,es obvio e innegable que la humanidad ha avanzado, en el reciente segmento de veinte mil años (una nimiedad en los siete millones de años que le tomó a los primeros homínidos, separarse de sus primos en el reino animal, los simios -gibbones, orangutanes, gorilas y chimpancés-, que a su vez evolucionaron de los monos, primates inferiores, a lo  largo de más de 20 millones de años, otra nimiedad, si consideramos que la vida en este planeta comenzó hace 4.000 millones de años, luego de 500 millones de años que requirió la corteza terrestre (espesor: 5 a 70 kmts) para enfriarse y endurecerse, a la pequeña escala del sistema solar, un grano de arena en la Vía Láctea, una entre cientos de miles de galaxias que conforman, junto a huecos negros, asteroides y cometas errantes, el vasto, infinito Universo, en expansión desde hace 13.800 millones de años, cuando inició con el Gran Estruendo, el Big Bang).
Paso a paso aquellos primeros homínidos, que conformaron diversas especies (con la del homo sapiens salvándose de la extinción) fueron produciendo cambios y avances; Desde el caminar erguidos, con las extremidades superiores abocadas a tareas cada vez más elaboradas, abandonar los bosques y dominar las sabanas, todos estímulos para aumentar el volumen y la capacidad del cerebro. Crear flechas y arcos, ocupar las cavernas, dominar el fuego, reunirse en torno a la fogata, alimentarse de carnes cocinadas, con menor esfuerzo y mayor tiempo para establecer lazos con los miembros de cada grupo, organizarse en clanes, generar formas de comunicación, por señas, por ruidos, por símbolos, hasta generar los lenguajes. Protegerse del frío y la lluvia con las pieles de sus presas. Domesticar vegetales y animales, sedentarizarse mediante la agricultura y la cría, intercambiar lo excedentario con otros grupos, inventar la rueda, el arado, los surcos de riego, usar caballos, toros, renos, como fuerza de tiro y vehículos, asignar valor a la sal, el oro, la plata, como monedas para facilitar el intercambio comercial, aprovechar la energía natural de las corrientes fluviales, de los vientos, para producir energía mecánica, canalizar la energía de la combustión de la leña o el carbón para mover las máquinas de vapor, y con ellas ofrecer las maravillas del barco que no depende de los vientos, del ferrocarril y la industrialización. A mediados del siglo 19 los avances dieron un doble salto cuantitativo y cualitativo, ampliando sus alcances y multiplicando la cantidad de beneficiarios, al abaratar sus costos y el acceso a los nuevos portentos: La Fotografía, el Telégrafo, la Electricidad (que permite iluminar calles y hogares, hace funcionar equipos), el Teléfono, el vehículo automotor a gasolina o gasoil, el Cine, la Radio, el Avión, la Televisión, el Computador y los programas y equipos que llevan la informática a cualquier espacio y usuario, transmisión satelital, sonidos e imágenes a color con cada vez mejor definición, en diminutas o gigantescas pantallas, incluso en esa eficiente secretaria electrónica que realiza docenas de tareas y llevamos en el bolsillo, el celular.
Hoy podemos conversar, escuchando y viendo a nuestro interlocutor, aunque esté en las antípodas del planeta, a veinte mil kilómetros de distancia. Mediante equipos de laparascopia que reproducen los movimientos de las manos del cirujano, un médico puede operar a un paciente que está en un quirófano a cientos o miles de kilómetros de distancia. Doce astronautas estuvieron sobre la Luna en seis misiones del proyecto Apolo, de 1969 a 1972, cientos han estado en estaciones espaciales a 200 o 300 km/snm orbitando en torno a nuestro planeta. Ya hay drones, naves no tripuladas, manejados a control remoto, fotografiando o bombardeando objetivos a miles de kmts de distancia del operador, y vehículos de carga o pasajeros, que circulan sin conductor, vacunas que eliminan la aparición de enfermedades que atacaban a millones de seres humanos , lisiando o matando a muchos, bibliotecas que ofrecen la mayor variedad de libros y publicaciones en cualquier ciudad o pueblo, así como la INTERNET con suficiente información al alcance de cualquier equipo, celular, tablet, laptop o computador de escritorio.
A pesar de lo anterior, todavía encontramos demasiada gente con esquemas mentales anacrónicos, anclados en épocas muy anteriores a este presente abundante en información certificada, veraz, científicamente demostrada. Muchos son totalmente analfabetos, no han estado en la escuela formal ni siquiera para aprender a leer y escribir, muchos son analfabetos funcionales, estuvieron en aulas de clases, incluso de secundaria y universidades, saben leer, escribir, y se supone que aprendieron los rudimentos básicos de las materias elementales, matemática, física, química, geografía, historia, biología, geología, pero menosprecian los resultados de esas ciencias, unos porque no los dominaron suficientemente durante sus estudios, otros porque prefieren anteponer sus dogmas y los conceptos errados que fueron elaborados desde la más absoluta ignorancia, adaptando los fenómenos naturales a las interpretaciones de los textos “sagrados”, y rechazando todo lo que contradiga y debilite las fábulas y las falacias religiosas. Esa parte de la humanidad es cuantiosa, y sigue estancada más cerca de la inquisición que de la universidad moderna. Incluso difunde por las redes textos que no sólo omiten verdades esenciales que debieron aprender en la escuela o a través de documentales de TV, sino que resaltan las mayores contradicciones que afectan a sus creencias. Son goebbelianos, repiten sus falacias convencidos de que promueven y suman adeptos, basados en la prepotencia de ser mayoría. Hasta 1492 la absoluta mayoría “creía” que la Tierra era plana, la formalidad de los viajes de Colón poniendo rumbo al oeste de Europa, demostró la condición esferoidal de nuestro hogar planetario. Sin embargo algunos analfabetos, absolutos o funcionales, insisten patéticamente en sostener que es plano, como también afirman que son reales los seres imaginarios a los que atribuyen omnipoderes, que incluyen la creación del Universo (hace 6.023 años según la versión bíblica), en una relación sadomasoquista, con mucha veneración y sumisión, sin contraprestaciones tangibles a cambio.
Leonardo Da Vinci tuvo que escribir al revés la mayoría de sus observaciones porque sus propuestas o descubrimientos contrariaban los conceptos que el poder -político, eclesiástico y militar- oficialmente sostenía en su época. Hoy difícilmente hallamos a quien pueda negar la calidad de sus pinturas o la importancia y valor pionero de sus geniales señalamientos e invenciones, explicados por escrito y en dibujos. Da Vinci y Galileo gozan de sincera y amplia admiración desde que aquellos estrictos cánones ceñidos a la biblia y otros textos considerados sagrados e infalibles, fueron gradualmente desplazados por los conceptos derivados del metódico trabajo de científicos que siguieron sus pasos. Charles Darwin con sus apuntes de lo observado en su largo viaje por el mundo en el Beagle, organizó esa información y ofreció la conclusión lógica que de ella derivaba; Vegetales y animales son producto del proceso evolutivo que a través de miles o millones de años les impuso cambios para adaptarse a las condiciones de cada medio en el cual buscaban sobrevivir. Una especie, lagarto, ave, quelonio, puede presentar diversas formas, en virtud del clima, el relieve, y la existencia de recursos en el espacio en que se desenvuelve. Sin embargo, Darwin sufrió en vida -y todavía hay quienes lo atacan ferozmente- porque lo esencial de sus valiosos descubrimientos resta veracidad a la antigua y prevaleciente cosmovisión basada en la creación de todo el Universo y su contenido, en seis días, por un ser omnipotente, omnipresente y omnibondadoso, al que sus propias leyes -expresadas en diez mandamientos- exigen rendir permanente culto y sumisión,  en actitud acrítica y masoquista (pues hay que agradecerle incluso por lo negativo, interpretado como castigo por el pecado original de la primera pareja humana -él hecho de barro, ella de costilla masculina, piedra angular del machismo). La alienación obliga a los creyentes a rechazar los resultados demostrados de la Geología, la Antropología, la Biología-la Botánica y la Zoología-, la Arqueología, la Física, la Química, la Astronomía, para no desencuadrar los conceptos obviamente errados de las religiones, que a su vez repiten cosmovisiones de religiones anteriores, a las que cada generación ha agregado más material para engrosar la narrativa que sostiene a cada una; el islám fue fundado hace 13 siglos, el cristianismo surge hace 20 siglos como disidencia del judaísmo, que tiene más de 3.000 años y varias previas religiones, de las cuales estas tres monoteístas tomaron y adaptaron las porciones que les convenían.
Atribuyen a Descartes la valiosa y sabia frase “PIENSO, LUEGO EXISTO”, de la cual sólo nosotros, los Homo Sapiens, podemos extraer su significado (el resto de los animales, hasta ahora no han demostrado poder realizar los procesos mentales que llevan a pensar, razonar, abstraerse, para inferir algo importante respecto de ellos mismos, más allá de las instrucciones atávicas e instintivas que rigen sus conductas). Pero esa frase no puede estirarse hasta decir “Todo lo que pienso existe”, que daría existencia a lo IMAGINARIO, esa amplia colección de seres de ficción que van de los múltiples dioses del Politeísmo en la antigüedad, hasta los dioses de cada religión de las decenas que se mantienen en el Monoteísmo, y el chupacabras, el monstruo del Lago Ness y los marcianos. 
Yerran al esperar que las soluciones provengan de un ser imaginario, inexistente, que JAMÁS ha demostrado su utilidad (salvo como fantasía que sirve para controlar masas). Aunque la absoluta mayoría de una sociedad CREA en la existencia y la omnipotencia de algo, ese factor cuantitativo dominante no le confiere existencia real. Los dioses fueron CREADOS, INVENTADOS por nuestros más antiguos ancestros, y precisamente por las enormes dificultades de sostener esas fantasías múltiples, se han reducido a uno en cada religión, que  sólo se ocupan de difundir su respectiva propaganda, para prolongar el efecto de las falacias religiosas, y las estructuras de poder y dominación, hábilmente usadas por las autoridades eclesiásticas y los politiqueros de turno, para manipular a la sociedad, y mantener a su audiencia cautiva esperanzada.
Entre la vasta bisutería que caracteriza a la dimensión religiosa, sobresale el constante llamado a RESPETAR las creencias, como expresión cultural (de un individuo, de un grupo, de una sociedad o su mayoría), y esa es la vacuna, el antídoto esencial para evadir o impedir que se cuestionen las falacias y contradicciones propias de toda creencia, son su base estructural. Y resulta que no todo es respetable, puesto que aquello que se sostenga en mentiras o ficciones no puede exigir que se le respete, alegando que la mayoría las repite, o que las apuntalan con una intensa fe. Un maestro no podría pedir perdón a sus alumnos, por haberlos evaluado negativamente en un examen, cada vez que respondieron incorrectamente. No es un irrespeto señalar a los alumnos que están errados al afirmar que 5 x 7 da 89, tampoco es un irrespeto señalar a los creyentes que el Universo no fue creado en seis días, que al primer hombre no lo hizo un "dios" usando barro, ni a la primera mujer la hizo ese "dios" -innegablemente MACHISTA- de la costilla del primer hombre, como para que no queden dudas de la obvia inferioridad de las mujeres y su subalternidad respecto de los varones. Tampoco es irrespetuoso señalar lo imposible de que Noé construyera una gigantesca arca y en ella  reuniera parejas de cada especie animal, y las mantuviera vivas y sanas durante los 40 días del "diluvio". No se falta al respeto cuando sostenemos que NO se puede caminar sobre el agua, ni multiplicar por miles tres panes y dos peces, ni tocando al leproso se le cura de su terrible enfermedad, ni hay opción de RESUCITAR luego de estar muerto muerto!!. Los creyentes evaden la discusión, alegando que los argumentos en contra de sus creencias son irrespetuosos, y eso equivale a que un sospechoso de haber cometido un delito, se niegue a identificarse y responder preguntas de la policía, alegando que a él acaban de rociarlo con agua bendita, lo que lo exonera de cualquier irrespetuoso trámite policial y legal.  Quien cree, no sabe.  Quien sabe, no cree.

sábado, 9 de noviembre de 2019

Otras anécdotas deliciosas.

Otras anécdotas deliciosas.
Edgard J. González.-
Con doce años hice el papel de paje en una obra de teatro clásico dirigida por Romeo Costea, estrenada en vivo y directo por Televisa (luego sería Venevisión) y con tres presentaciones en la Alianza francesa, en una vieja y grande casona, cerca del final oriental de la avenida Andrés Bello en Caracas. Mi breve actuación no tuvo problemas en su transmisión televisiva y en sus dos primeras presentaciones en la pequeña sala de la Alianza. Pero, ya con el traje, la peluca y el maquillaje para representar al paje, vienen al camerino los directores del Conjunto Infantil Liliput, a cargo del programa Bambilandia (que salía al aire los domingos a las 5 pm, también por Televisa y en vivo). El señor Pedro M. Layatorres se limitó a saludarme, pero la señora Esther B. Valdés me dedicó algún tiempo, en tono agudo y modo argentino; “Ché, esta noche tenés que esmerarte más, recordá que nosotros estaremos en primera fila, pendientes de vos, de cada gesto y palabra”. Eso me puso nervioso, lo cual nunca me había pasado (ya era veterano en radionovelas). En el clímax de la trama, yo entraba al escenario y anunciaba algo trascendental “el matrimonio de la princesa se deshizo”, a partir de lo cual el drama arreciaba, por lo que implicaba la información crucial que yo daba. Sin inconvenientes las tres veces anteriores, esta vez los nervios me hicieron cometer un error, ni siquiera me di cuenta de qué exactamente, pero lo supe porque en lugar de la reacción de asombro general a raíz de mi anuncio, esta vez hubo risas. Pregunté en el camerino, y supe que había gritado anunciando que “¡ la princesa se deshizo !”. 
El 26 de febrero de 1998 ocurrió un Eclipse solar que fue visible en toda Sudamérica y los venezolanos se prepararon con anticipación, algunos viajaron a la Península de Paraguaná, en Falcón, donde el evento astronómico ofrecía más visibilidad por la escasa nubosidad y los constantes vientos. La noche anterior, dos amigos de ALDA (Asociación Larense de Astronomía) participaban en un programa de la estación televisiva Promar, informando detalles científicos sobre el evento por suceder. Necesitaba hablar con uno de ellos, a quienes veía por TV, y fui a la sede de Promar, en el este  de Barquisimeto, donde pude ver el final del programa preparatorio. A Guerrero y Morillo les solicitaron participar en el programa que transmitiría el eclipse, y ellos, para evadir ese largo compromiso, al verme allí, raudos propusieron que yo me hiciera cargo al día siguiente, sin siquiera consultarme esos muérganos. Yo agradezco que en la lotería de los millones de espermatozoides que compiten por fecundar el óvulo materno, el vencedor transportara la Y que me hizo varón, porque era incapaz de negarme a cualquier cosa que me propusieran, y de haber sido hembra habría sufrido no menos de 22 embarazos. Llegué a  las 10 am, en la planta José Barreras se encargaba de las entrevistas, mientras Caripá transmitía desde el Zoológico de Bararida, indicando las presuntas variaciones de conducta de los animales a medida que la luz solar se difuminaba gradualmente al atravesarse la Luna. Durante horas di explicaciones y respondí -en la medida de mis conocimientos- preguntas del entrevistador y de la audiencia. Dos incidentes menores ocurrieron; Caripá había informado que a los animales les dieron temprano lo correspondiente a su cena y al ocurrir el eclipse, estos habían asumido que ya era de noche, siendo todavía de tarde. Yo aproveché esa información para indicarle a los de Promar que llevaba allí más de seis horas, los animales del Zoo ya habían cenado, y ¡ a mí no me habían dado ni un vaso de agua!. También apareció como invitada una “astróloga”, que disertó sobre “las consecuencias astrológicas del eclipse sobre la humanidad”, y cuando hubo la pausa para propaganda, Barrera le propuso que sería interesante que me hiciera la carta astral. Al preguntarme -en off- cuál era mi signo zodiacal, de inmediato le advertí que yo rechazo todo tipo de paparruchadas, y que me dejara fuera de su dinámica. Cuando Barrera le preguntó si ya tenía mi carta astral, ella -un tanto nerviosa- le dijo que no, que “eso era un asunto muy delicado”. Como complemento a esta anécdota, lean: www.analitica.com/opinion/las-mentiras-del-horoscopo/
Siendo alumno del Liceo de Aplicación, iba en autobús para llegar a tiempo, pero regresaba a mi casa a pié, porque para retornar no hay que cumplir estricto horario y es más divertido caminando. En una ocasión el tráfico en la avenida Páez se detuvo, a la altura del Bar Maitena, y tuve que hacer a pie las tres cuadras hasta el LA, que entonces tenía casi enfrente, en medio de la avenida Páez, el monumento de la India del Paraíso, luego mudado al inicio de la avenida, a la entrada de La Vega y Montalbán. Con estupor observamos el motivo de la tranca vehicular: Un carro modelo años 50 había chocado contra la parte inferior del monumento, quedando destrozada su porción frontal, muerto el conductor, y en la maleta abierta se veían muchos guantes, bates y pelotas de beisbol. Luego supimos que esa persona, acuciada por quién sabe qué razones personales e intensas, dejó escrito que estaba muy enamorado de la India, que pasaba a menudo por allí pero ella ni se dignaba a mirarlo, y optó por chocar su carro contra el alto y esbelto monumento, como prueba extrema de su amor no correspondido. Era instructor de beisbol en una organización para promesas juveniles, y tomó la decisión menos indicada.
Tres del IPC; El recordado y buen profesor Pedro Felipe Ledezma, solía conversar fuera del aula con quienes disfrutábamos escuchar sus historias, y una de ellas refería que durante la anterior dictadura militar (Pérez Jiménez, nov 48 ene 58), siendo adeco y combatiendo desde la clandestinidad, en ocasión de cambiar de “concha” (escondite temporal) manejaba nervioso su vehículo y no pudo evitar atropellar a un peatón, como tampoco su ética le permitía dejarlo allí y darse a la fuga. De modo que optó por cumplir su deber esencial, montó al herido en su carro y fue hasta el Puesto de Socorro de Salas (donde hoy está la sede del Ministerio de Educación), estacionó al frente, cargó a su víctima y lo colocó sobre una camilla que estaba en la entrada. Gritó “un herido, un herido”, y tuvo la suerte de escapar sin que lo detuvieran, dirigiéndose a su nueva concha. Casualmente conocí bien ese centro hospitalario, pues mi madre -enfermera- trabajó allí varios años, y yo estuve con frecuencia en ese Puesto de Socorro, incluso aprendí lo elemental de sacar radiografías, me adiestró Parra, el radiólogo, y varias veces me ocupé de hacer rayos X de casos sencillos, fracturas en brazos o piernas. A la entrada, había un área rectangular en la que regularmente estaba una camilla, para ganar tiempo en caso de emergencias. A la derecha, pero sin vista hacia afuera, estaba el área ocupada por la Policía o la PTJ, que sí veían el espacio donde atendían a los heridos, y a la izquierda estaba la mitad del edificio -de apenas dos plantas- destinada a las salas de hospitalización. Esa organización espacial permitió que el profesor dejase a su accidental víctima en condiciones de ser atendido, y que él pudiera culminar su cambio de concha exitosamente.
El Pedagógico de Caracas tiene un edificio central muy bello y sobrio, pero los estudiantes de Geografía e Historia, y de Filosofía, estábamos ubicados en “el pueblito”, dos hileras de salones de una sola planta, construidas en la parte trasera del terreno del IPC, donde luego levantaron un sencillo auditorio para substituir al viejo teatro, sacrificado en aras del Distribuidor La Araña. Un andino humilde y servicial, el señor Uzcátegui, era el bedel que resolvía todo en nuestro Departamento. Cursando ya el cuarto año de la carrera, un hijo del apreciado señor Uzcátegui fue vilmente asesinado, con un tiro de rifle FAL desde la esquina suroeste de los terrenos del Hospital Militar.A 20 metros hay una franja de unos 4 metros de ancho, por donde circulaba el ferrocarril en el oeste de Caracas (pasaba a 250 metros de nuestra casa materna, en Artigas), y al cesar el funcionamiento del tren, esa franja fue invadida y sobre ella construyeron cientos de pequeños ranchos. En una de esas precarias viviendas, frente al HM, vivía una muchacha que era cortejada por el hijo del señor Uzcátegui y por un soldado de la tropa encargada de custodiar el Hospital Militar. La chica prefirió a Uzcátegui y el cobarde militar desahogó su despecho matando al rival. Por supuesto que al enterarme del lamentable suceso, averigüé la dirección de la casa donde velarían al occiso y asistí a dar mis condolencias al señor Uzcátegui. Me sorprendió que yo era el único del Pedagógico allí presente, ningún alumno o profesor fue, y ello me obligó a ir al entierro al día siguiente, por el temor de que no hubiera alguien del Pedagógico acompañando al servicial bedel en su despedida al hijo. El sepelio tuvo lugar en “La Peste”, una ladera semi-empinada donde asignan parcelas a quienes no tienen ni pueden pagar una en la parte plana del Cementerio General del Sur, Caracas. A todas estas, yo era el único asistente del Pedagógico, y el señor Uzcátegui la única persona que yo conocía en aquel reducido conglomerado de dolientes, de manera que todo el tiempo estuve cerca del acongojado padre en duelo, haciendo equilibrio en la leve pendiente donde cavaron la fosa y sembraron al joven. Culminado el proceso de cubrir la humilde urna con tierra, un señor mayor le dice al señor Uzcátegui, que está a mi lado, “Compadre, 4723”, El señor Uzcátegui, entre sorprendido y molesto, le responde: “No compadre, estos no son momentos de estar jugando terminales”. Y el amigo le aclara: “¡ No es un terminal de lotería, es el número de la cruz sobre la fosa, para que ubique a su hijo cuando venga a visitarlo !”. En La Peste no hay las coordenadas usuales para localizar una precisa tumba, tan sólo la sencilla cruz de madera rústica pintada de negro, con su número en blanco.
En el IPC los del turno de la mañana teníamos clases de 7 a 12, y un mediodía, ya de salida, uno de mis compañeros durante los 4 años de estudios, caminando a mi lado me dice que tiene un terrible dolor de cabeza, y al preguntarle sobre la posible razón, algún alimento que le produjo indigestión, el extremo calor de aquella mañana, me respondió que el dolor de cabeza se lo produjo por abrir un bolígrafo. ¿Tan apretada estaba la tapa? Le pregunté, medio confundido. Y muy serio me dijo que por el enorme esfuerzo de abrirlo sin tocarlo, usando exclusivamente su poder mental !Casi tres años después ese mismo compañero fue el primero en visitarme, a mi regreso de Europa, en enero del 71: Me anuncia una sorpresa y vamos a su vehículo, estacionado a poca distancia de mi casa, y me muestra a su esposa, una linda y simpática joven, de quien yo había sido inofensivo y breve noviecito años atrás.

En aquella Televisa donde Bambilandia presentaba su programa dominical, tuve el privilegio de ver a  Celia Cruz, con la Sonora matancera, sobre un templete improvisado en el estacionamiento, durante el Carnaval de 1958. Y una dramatización muy comprimida de los sucesos esenciales de la Semana Santa, con el primer actor Pedro Espinoza haciendo de Cristo, y yo entre docenas de extras, de diversas edades y sexos, que veían pasar a Jesús de Nazareth cargando la cruz frente a la multitud. Como todavía no existía el videotape, y todo salía en vivo y directo, el tiempo entre escenas sí que era oro, y el coordinador me asignó la tarea de correr en determinado momento, algo normal en un niño en cualquier época, por la larga entrada lateral de garaje, que hacía de calle. Mi llegada al final de la “calle” sería la señal para tener lista la siguiente escena, la resurrección. En aquel set habían elaborado con madera y cartón la cima de una montaña, que se abriría lentamente para dejar salir a Cristo levitando. Aquel decorado tendría unos 3 metros de alto por 3 de diámetro, y Espinoza debía ingresar por detrás y permanecer en cuclillas, hasta que con alambres -casi invisibles a la cámara, con imagen en blanco y negro- separaban en dos mitades aquella cima, y el actor, subiendo por una escalera, muy despacio para dar la impresión de que flota, se muestra casi de cuerpo entero sobre la montaña, la imaginación se encarga del resto. Todo salió bien en el ensayo previo, pero cuando comenzaron a tensar el alambre, este se rompió, y la montaña por supuesto que no se abrió. Espinoza, un veterano de la actuación, al darse cuenta de que el mecanismo no funcionaría, hizo de tripas corazón, subió la escalera hasta que con sus brazos pudo empujar las dos mitades de la cima, lo cual, junto a su expresión de Cristo disgustado, ofreció un final muy sísmico y diferente a la escena originalmente diseñada, con cero levitación y mucha fuerza bruta.