domingo, 8 de abril de 2018

El experimento que cambiaría la Historia.

El experimento que cambiaría la Historia.

Acostado en aquella delgada camilla, dentro del enorme tubo, ambos de material acrílico transparente, rodeado de cables que, cual dinamo gigante lo envolvían, girando lentamente,  emitiendo un leve zumbido mecánico, regresaron a su mente los pensamientos que -obsesivamente- le invadían, cada vez que debía permanecer en posición estática, aunque esta vez no se trataba de otro de los muchos ensayos para afinar los valores de la máquina con la que intentarían superar aquella barrera, hasta ahora invencible e inmutable.
Como siempre, cerraba sus ojos y trataba de no sentir el grueso traje con escafandra, válvulas, tuberías flexibles, gruesas botas, ni los innumerables sensores adheridos a su piel, cubriéndole casi todo el cuerpo. Haciendo abstracción de esa parafernalia dirigida a monitorear su  organismo en la fase primordial del experimento, lograba enfocar sus pensamientos en los factores personales que le habían colocado en la posición de principal protagonista de esta hazaña científica que, de ser exitosa, opacaría grandes logros de las ciencias en los últimos cinco siglos, aunque los resultados de muchas de esas ciencias, posibilitaron el diseño teórico y la realización de este portento. Pero, sin dudas, su árbol genealógico había sido un factor de peso muy importante en su rol.

De su tatarabuelo poco sabía -salvo dejar alguna descendencia- nada hizo en su vida para salir de la absoluta intrascendencia. Su bisabuelo sí logró escapar del anonimato genérico en el que permanece la mayoría de las personas, sumergidas en la masa amorfa, desde que nacen hasta que mueren. Su bisabuelo fue hippie de la generación Woodstock, disfrutó conciertos de rock heavy, consumió marihuana, incurrió en vandalismo, protestó “contra el establishment, las injusticias sociales, el racismo, el capitalismo, y todo el blablablá asociado a esos presuntos enemigos de la Humanidad”. No destacó como líder, pero dejó su impronta en uno de sus hijos, el  abuelo, que no emuló el modelo hippie, pero a su manera interpretó que estaba destinado a mantener el legado de consignas y metas que se proponían rescatar al mundo de las taras heredadas por las generaciones previas, y muy en especial, tratarían de revertir una de las mayores injusticias cometidas en el planeta, tras el descubrimiento del nuevo continente.

El abuelo, acicateado por aquel objetivo y su natural vocación, estudió Física, hizo postgrados,  profundizando donde podría producir un resultado útil al propósito esencial de su existencia. Duplicó su potencial al casarse con una colega con similar dominio de la teoría científica, a la cual gradualmente fue convenciendo de unirse a la cruzada reivindicativa familiar.

Con esa dosis de fanatismo hacia una específica causa, el esquema del abuelo fue copiado por el padre. Recibió valiosa información, con los experimentos y avances de los abuelos en ese campo, pero también copió la escogencia de una colega para el lazo matrimonial, y su reclutamiento para la saga familiar. Con dos generaciones dedicadas a investigar esa particular área de la Física, no es de extrañar que el joven también formara parte del equipo, y fuese escogido y preparado para ser el primer conejillo de indias, cuando abuelos y padres consideraron que ya estaban listos para dar el gran salto.

Desde que tuvo uso de razón le inculcaron (de manera contradictoriamente dogmática para un entorno científico, lo que no pudo comprender bien, hasta hace poco), que la conquista y colonización de América, había sido un atroz y permanente crimen contra las civilizaciones pre-europeas que, según la óptica de sus ancestros, vivían en condiciones paradisíacas antes de sufrir los embates de las culturas exógenas que aniquilaron buena parte de las tribus precolombinas, y erradicaron sus religiones, lenguas, infraestructuras, imponiéndoles a los buenos salvajes los vicios, las enfermedades y las tendencias agresivas propias de sajones, teutones y latinos, con la consiguiente degeneración de los inocentes habitantes de las Indias occidentales. Esa convicción teórica que le inculcaron, cada vez que afloraba en su mente producía una leve disonancia, dejándole una persistente duda al respecto. Pero, obligado a pensar en los múltiples factores involucrados en el experimento, no podía profundizar suficiente en la específica duda, y como su propia existencia dependía de que esos otros factores funcionaran correctamente, era natural que se  concentrara en su labor protagónica. Aunque es difícil enfocarse en detalles científicos generales, cuando se es el sujeto a quien van a desestructurar y trasladar, reestructurándolo en otro tiempo y otro espacio. Mil elementos intervienen, y la falla de uno solo pudiera dejar sus partes repartidas en dimensiones irreconciliables, lo cual era menos angustiante cuando ensayaban, pero esta vez iba en serio.

Sorprendéntemente, hubo precisión en el lugar y el momento escogidos. Apareció sobre un potrero, en un cobertizo cercano halló ropa vieja (y escondió su indumentaria de viaje). Varios kilómetros más abajo, estaba la costa suroeste española. Caminó por horas hasta Puerto de Palos, indagó y supo que mediaba junio de 1492. Trabajó a destajo en faenas de servicio a los barcos, haciendo amistades que le sirvieron para que lo enrolaran en la expedición clave para su misión. En Canarias pagó a otro marinero para intercambiar puestos, quedando él en la Nao principal. Ya sin los apremios de las amenazantes fallas del experimento, aquella pequeña duda fue acrecentándose en su cerebro, obligándolo a contrastar lo que le habían inculcado con lo que ahora necesariamente conocía del momento al que ingresó, y el desenlace genuino de aquel episodio, que ocurriría dentro de poco, cuando ya llevaban 40 días surcando el inmenso océano virgen. En lugar de cumplir su cometido, eliminar al propulsor de aquella aventura y causar un grave daño, incendiar el velamen de la nave, que forzara al inmediato retorno de las dos restantes, y la indefinida posposición del descubrimiento, decidió cancelar esa absurda vendetta, y formar parte del grupo que llegó a Guanahaní, dejando a toda su familia intacta, junto al complicado crisol que produjo la maravillosa Historia de estos recientes 536 años, con sus defectos y virtudes.

Edgard J. González.-

08/04/18     982 palabras.
CIV 2959167
Barquisimeto, Venezuela.
4.34 pm   Hora legal de Venezuela.-


No hay comentarios:

Publicar un comentario