lunes, 29 de julio de 2019

Un talibán argentino..

Un talibán argentino.
Edgard J. González.-

En Argentina, dos asociaciones (Pensamiento Penal APP, por los Derechos Civiles ADC), solicitan el retiro de los símbolos religiosos en los espacios donde funcionan los tribunales de Justicia, alegando que el Estado debe respetar y cumplir la neutralidad religiosa que señala en su marco legal. Un juez, Luis María Rizzi, del TOC de la capital federal, sin siquiera consultar a una parte o al resto de los involucrados (jueces, secretarios, fiscales, defensores, gremios de abogados, Escuelas de Derecho), respondió a título absolutamente personal;

“Mi respuesta a vuestra pretensión es la siguiente: No voy a descolgar ninguna Cruz, y tampoco voy a disponer que otro lo haga,  porque creo en Dios y porque soy católico. Porque tengo reverencia por la Cruz de Cristo, el inocente crucificado por los hombres y el más inocente de los condenados, que representa además, la fe mayoritaria y la identidad de nuestro pueblo. Porque la Cruz no ofende a nadie, sea o no creyente, ni nadie puede sentirse agredido, inquieto, molesto y menos discriminado por su presencia. Porque contrariamente a lo que Uds. suponen o creen, la presencia de la Cruz es símbolo de piedad, de consuelo, y de misericordia;  es símbolo de que quienes se desempeñan frente a ella, tienen temor de Dios, y por ello mismo, inspiran más confianza en que actuarán de acuerdo a la justicia y a la verdad, con buena voluntad y con la máxima imparcialidad.  Porque finalmente, la libertad religiosa que Uds. dicen pregonar y defender, es precisamente para que quienes quieran hacerlo, cuelguen, lleven o exhiban la Cruz, y no para que nos obliguen a quitarla, ocultarla o disimularla. Soy consciente no obstante, de que Uds. están embarcados en una triste misión en la que muy probablemente lograrán los fines que los desvelan;  tal vez porque la Cruz es incompatible con este mundo en el que se confunde el bien con el mal, en el que se privilegian supuestos derechos de la mujer a costa del derecho a la vida de los niños;  en el que impera la deslealtad, la mentira, la corrupción; en el que ya no interesa la protección de la familia y de la infancia, y se las suponen independientes de la protección del matrimonio. En fin, la Cruz parece no tener más lugar en una nación desolada, ciega y sorda a las leyes eternas que no son de hoy ni de ayer, que huye de la Verdad y de la Belleza, y que se empeña en ignorar y abandonar a Cristo. Pero Cristo no nos abandonará aun cuando repudien y quiten su cruz”.

Argentina, y Venezuela, son (como la mayoría en el planeta) naciones en cuya definición fundamental, la Constitución, se declaran laicas, lo que significa que en la teoría y en la práctica, se mantienen independientes de las cuestiones religiosas, eclesiásticas, derivadas de los dogmas y la fe, a diferencia de ciertos países donde todavía predomina el estamento religioso y la “Justicia” está vinculada a textos de presunto origen divino, y para colmo depende de las interpretaciones de sacerdotes, imanes, ayatolas, cuyas decisiones pueden variar dependiendo del grado de dogmatismo de cada prelado, y de las características geopolíticas de cada caso.

El avance de la Humanidad desde los remotos tiempos de las primeras migraciones de homínidos, en el costado nororiental de África, dejando atrás las selvas donde quedaron sus parientes evolutivos, los primates simios. El caminar erguidos deriva de su adaptación al nuevo medio, ya no hay que dedicar las 4 extremidades a desplazarse por los árboles, el crecimiento de sus cerebros les permite ampliar sus habilidades manuales, y la posición bípeda ofrece una mejor visión del nuevo entorno, para sobrevivir en él. Se distribuyen por la mayor parte de las tierras emergidas, aprovechan los puentes naturales que comunican territorios separados por aguas oceánicas (estrecho de Bering, por ejemplo), o son llevados  por las corrientes a islas distantes, en rudimentarias embarcaciones. Utilizan el fuego, inventan la rueda, los lenguajes (por señas, símbolos, sonidos cada vez más complejos, hasta llegar a los idiomas de cada grupo), y para suplir su total ignorancia sobre los fenómenos que ocurren a su alrededor y les generan daños y comprensibles temores (trueno, rayo, lluvia, inundación, incendio, terremoto, alud, enfermedad, muerte) inventan a los dioses (del politeísmo, que luego simplificarán a monoteísmo), a quienes atribuyen la omnipotencia para CREAR al mundo y su dinámica, de lo cual inevitablemente derivarán las religiones y sus esquemas de organización piramidal, para administrar esa cosmovisión y manejar a las masas de acuerdo a la conveniencia de los que ocupen la cúspide de cada pirámide. Ya que bajo cada  imaginario dios (Sol, Luna, Viento, Rayo, Jehová, Dios, Alá) aparecen “sus descendientes directos”  (Faraón, Rey, Emperador) o sus intermediarios (la clase sacerdotal en todas sus categorías). El poder se reparte proporcionalmente entre los miembros de las castas superiores, nobles, eclesiásticos y militares, y esos esquemas de gobierno teocrático se mantuvieron durante milenios, hasta que el conocimiento derivado del gradual pero imparable progreso de las Ciencias fue apolillando las fantasiosas cosmovisiones sostenidas por invenciones (a las que sumaban ad líbitum, más fábulas, mitos, cuentos, falacias), hasta que los resultados científicos ofrecieron la opción de lo observado, experimentado, demostrado y suficientemente explicado, en abierta oposición a los sencillos y contradictorios enfoques de cada conjunto dogmático, ahora sustentados por la fe ciega, los fanatismos extremos e intolerantes, que rechazan la lógica y se aferran a la ficción fácil y tradicional.

El juez argentino, aunque se declare católico, asume una posición dogmática radical no muy diferente de las que asumen los cruzados de otras religiones, quienes -cambiando sólo algunas palabras- pudieran declarar lo mismo que el juez argentino ofreció como defensa de su posición en favor de mantener los símbolos de SU religión en el espacio que la sociedad asigna para que se diriman los conflictos humanos utilizando el MARCO LEGAL que la civilización moderna ha elaborado para NORMAR la conducta de cada individuo y de cada grupo social, mercantil, político, y RESOLVER los casos en que se presuma la violación de una o varias de estas normas, siempre en función del estamento LEGAL de cada NACIÓN, y dado que existen LEYES que rigen a escala internacional (como el Estatuto de Roma, la Convención de Ginebra, la Declaración de los Derechos Humanos de la ONU), serán esas leyes las que se apliquen y cumplan.

De la pobre y cuestionable “argumentación” del juez argentino, podemos inferir que él no encuentra suficientes los contenidos y propósitos de las leyes modernas y elaboradas por personas reales con conocimiento del Derecho y de la Sociedad. Al juez Rizzi le hacen falta “la piedad, el consuelo, y la  misericordia” que él sólo concibe y halla en su catecismo. Según la primitiva y peligrosa óptica del juez argentino, no es posible “actuar de acuerdo a la justicia y a la verdad, con buena voluntad y con la máxima imparcialidad” sin sentir “temor a dios”, en otras palabras, no son idóneos los jueces que no sean creyentes como él. Abogado que no esté primordialmente supeditado al dogma no debe participar en un proceso judicial, de poco vale su dominio de las leyes si no es un beato, inspira menos confianza. Son más confiables las decisiones de quienes anteponen lo religioso, como Jomenei, Ahmadinejad, Osama bin Laden y Jamenei. Incurre el peculiar y muy creyente “juez” en el vicio de la generalización, afirmando que “en el mundo entero se confunde el bien con el mal” (supongo que excepto en los tribunales a cargo de fanáticos como él), a Argentina la llama: “una nación desolada, ciega y sorda a las leyes eternas (no le encuentra sentido a las leyes elaboradas por los hombres, seres genuinos, no imaginarios), “que no son de hoy ni de ayer” (¿de cuándo entonces? ¿rehuye reconocer que fueron inventadas hace miles de años, cuando nuestros ancestros lo ignoraban todo y por ello, CREARON a los dioses y sus leyes eternas, legándonos un mundo plano, hecho en seis días, con hombre de barro y mujer de costilla masculina -incongruencia y machismo inevitables-, y un montón de parrafadas galimatiosas, todo lo cual es incompatible con el Universo surgido del Big Bang hace 13.500 millones de años, en constante expansión y evolución, regido por la Ley de Gravitación Universal, con cuerpos estelares y planetarios esferoidales, y nuestro minúsculo y único hogar sometido a la dinámica atmosférica y tectónica, con la inicial aparición de los homínidos hace apenas 7 millones de años, y el grueso del patrimonio científico y tecnológico producido durante los recientes 300 años).  “Que huye de la Verdad y de la Belleza” (no son asequibles para los no creyentes), “y que se empeña en ignorar y abandonar a Cristo” (personaje al que han agregado el 90% de las características que le asignan en los textos, escritos décadas o siglos después de su real existencia, un judío -predecesor de Lutero- que se atrevió a expresar en arameo sus críticas a la ortodoxia del momento, sin pretensiones de hacerse pasar por hijo de dios ni de fundar otra religión. Otros, posteriormente, se encargaron de reconstruirlo y hacerle competencia al monoteísmo judío, con el politeísmo ya en franca decadencia, imposible seguir apuntalándolo). Un tal Mahoma fundó la religión islámica, más excluyente, en el siglo 8 DC.     

Si se aplicara estrictamente la óptica de extremo dogmatismo que sostiene este juez, no habría necesidad de tribunales autónomos, en los templos se podría llevar a cabo la tarea de juzgar, en los espacios donde predomina la religión católica los sacerdotes estarían suficientemente capacitados como jueces, el papa y sus cardenales de tribunal supremo en el Vaticano. En las otras jurisdicciones más o menos lo mismo, pero con rabinos, ayatolas, imanes o los más prepotentes y radicales jefes tribales y energúmenos talibanes, que antepongan la Tora, el Corán, la Sharia, a cualquier conjunto de leyes no divinas, por ser despreciables e infieles. Como cualquier miembro del bestialato islámico degollaría con entusiasmo a un católico, un protestante, un judío, un adventista, un baptista, un anglicano, incluso a un musulmán si es shiita y no sunita como los del DAESH. En esencia, el talibán argentino expresa que con los diez mandamientos bastaría y sobraría, que la Constitución y los Códigos (Civil, Mercantil, Militar, Penal) son prescindibles, para quien teme a dios y aplica lo que él escribió en aquellas tablas que, con sumo secretismo, comprensible timidez y excesiva modestia, entregó a Moisés, en un recodo montañoso, muy lejos de las miradas y los oídos de aquel pueblo que por 40 años peregrinó por el desierto, y a partir de las benditas tablas ya contaban con las directrices fundamentales para no pecar ni desorientarse (“dios” los llevó con precisión al punto exacto donde él abriría el Mar Rojo, para facilitar su huida de Egipto, lo cual es de agradecer en circunstancias tan apremiantes).

Nadie escalaría el Éverest en bikini, sería inapropiado y letal, como bañarse en una playa tropical con la indumentaria de un alpinista, morral, sogas y piolet incluidos. Lo eclesiástico se mal habituó a preponderar en todo ambiente y momento, desde las remotas épocas en que la Iglesia era la que dominaba totalmente, o compartía el poder con el estamento de los reyes, nobles y militares (el  útil y convincente brazo represivo de todo régimen absolutista). Por ello, se sale de su ámbito, que está dentro de los templos, y lleva sus rituales a las esferas de lo deportivo, lo académico, lo administrativo, e impone sus símbolos en los espacios ajenos, aunque nunca permitiría que lo contrario ocurriese: ¿Se imagina alguien en las paredes de los templos las fotos de Bruno, Galileo, Darwin, o gráficos que expliquen al Big Bang, las galaxias, el sistema solar, la Evolución? ¿Un debate entre un científico y un teólogo de cualquier religión, con el templo abarrotado de feligreses, demostrando las posibilidades de que sucedan milagros, resurrecciones, caminar sobre las aguas, embarazarse mediante espíritu santo sin penetración ni semen, las apariciones de vírgenes (que dejaron de ocurrir desde que hay cámaras que graban imágenes y sonidos)?.


El surrealismo fue una corriente pictórica. No puede establecerse la Justicia sobre mandamientos que emanen de seres imaginarios, a cuyo acrítico culto, total y acrítica y sumisión, obliga el primero de esos mandamientos. A los estadios van los que gustan de practicar o de observar competencias deportivas, a los hospitales van los que requieren sanarse, a las bibliotecas en busca de libros e informaciones que sólo ellas contienen, a las escuelas se va a aprender conocimientos válidos (lo contrario de las Madrazas y otras aulas contaminadas con dogmas cerreros). La TV, el Cine, el Teatro, nos dan entretenimiento e información, esta última también debería ser veraz en los medios de comunicación. En los tribunales debemos hallar exclusivamente los elementos esenciales para resolver conflictos, juzgar y castigar culpables de delitos y crímenes, las leyes y los profesionales a cargo de aplicarlas con probidad y eficiencia, sin factores ajenos a este propósito, mucho menos conectados con esquemas antiguos y errados, seres y dimensiones imaginarias, ni símbolos desvinculados del Derecho moderno y la correcta y estricta aplicación de las leyes elaboradas desde y para la realidad contemporánea.  Jurisprudencia sin dogmas ni burka, religión en las sinagogas, iglesias, mezquitas, en los tribunales exclusivamente deben regir las leyes humanas y los símbolos del Derecho de la civilización moderna.     


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