lunes, 24 de junio de 2013

A MADURO SÍ LE GUSTAN LAS MUJERES, A MÍ NO.

A MADURO SÍ LE GUSTAN LAS MUJERES, A MÍ NO. Edgard J. González.- Los expertos señalan que una persona en duelo atraviesa por sucesivas etapas, desde el rechazo y la negación hasta la aceptación, pero algunos, en medio del inmenso dolor por la pérdida sufrida, pierden el control y comienzan a revelar cuestiones íntimas que han mantenido en el más absoluto secreto hasta que estalla la crisis, y dejan aflorar otras cuestiones que han mantenido reprimidas por demasiado tiempo, hasta que la orfandad y el ambiente de duelo a escala faraónica les hace soltar la lengua y mostrarse distintos. Si además, tuvieron que posponer el anuncio de la muerte por incómodas y riesgosas semanas, el shock se une al remordimiento por lo que ocultaban, y pueden ocurrir ridiculeces, excesos y desastres. El largo tiempo transcurrido entre el embalsamamiento y el anuncio oficial de la muerte, los lleva a incurrir en una tautología que, de tanto repetirla logra multiplicar las intrigas, pues a las sospechas derivadas de la inexistencia de Reportes Médicos serios, o siquiera Médicos que dieran la cara, el diagnóstico y el pronóstico sobre el misterioso paciente, desaparecido totalmente desde el 8 de diciembre del 2012, responden con la simple reiteración de lo que causa las sospechas y motiva que tantos estén convencidos de que ese fallecimiento no sucedió ni en el lugar ni en la fecha de la versión oficial. Y sin embargo, persisten en que Chávez murió en Caracas el 5 de marzo, porque ellos lo dicen y punto, sin pruebas científicas que lo demuestren, ni testigos, más allá del combo que apuntala esa curiosa tautología, cuyos voceros -Maduro, Jaua, Cabello y Ernesto- generan demasiada desconfianza. Maduro fue el sucesor designado por el monarca en su última aparición en vivo y directo (la siguiente fue 88 días después, en muerto y bajo un grueso vidrio), como si Venezuela fuese una franquicia de Corea del Norte, donde acostumbran que el bateador designado sea el hijo (allá es el consanguíneo, acá es el partidario, y dejó un montón, muchos dicen ahora ser hijos de Chávez). Pero desde que fue ungido candidato empezó su frenética campaña electoral, siempre apoyado en el enfermo, mucho más desde que por fin anunciaron oficialmente su muerte, y el duelo como que era de lo más flexible, lo estiraron varias veces, y seguirán exprimiendo esa fuente de emociones, el único producto con éxito de mercado que ha podido vender la ultraizquierda criolla. En su afán por imitar a Chávez, Maduro se entregó por completo a lo que el finado hacía mejor, la improvisación con agresividad, de modo que desordenadamente mezcló su homofobia ya crónica, con el ingrediente esencial en las recetas chavistas, jurungar los resentimientos de esa parte de los venezolanos que disfruta victimizándose para culpar a los demás por sus propias carencias y fallas, las denuncias rayanas en la ridiculez extrema sobre la inoculación del cáncer y el atentado de altos personeros de EEUU, pero ¡ contra Capriles !, y como guinda, se aparece uniformado de militar en la complaciente entrevista que le hicieran en VV. Sólo le falta incluir las enjundiosas tesis del finado sobre la responsabilidad de EEUU al producir el terremoto de Haití y la crisis que aniquiló la civilización en el planeta Marte. En ese arroz con mango que conforma sus improvisaciones, llamó a Capriles “el señor de los apellidos”, y de inmediato lo primero que surge es la asociación con la película rodada en Nueva Zelandia, el señor de los anillos, pero con ese título más bien nos pone a pensar precisamente en el fallecido, famoso porque en todo momento estaba rodeado por sus cinco anillos de seguridad, integrados por escoltas cubanos (evidente que en su salud y su seguridad no le daba crédito a ningún venezolano, y eso no lo favorece ante quien reflexione un poco sobre el asunto). De modo que no quiso hacer referencia a los anillos, sino a los apellidos, pero no pretenderá descalificar a Henrique por tener dos, Capriles y Radonsky, ya que la cantidad también la comparten el muerto que le sirve de muleta permanente, Chávez y Frías, y Nicolás mejjjmo, Maduro y Moros (de ñapa, tocayo de los famosos chocolates del imperio M&M). Y muchos chavistas también tienen dos apellidos, el paterno y el materno, de modo que lo que le molesta al sucesor monárquico son los dos apellidos específicos del candidato de la Oposición, sin explicar la razón. Lo que convierte a esta referencia en otra de sus acostumbradas insensateces. Acto fallido llaman en psicología y psiquiatría esas alusiones que más bien desfavorecen a quien las pronuncia, y Maduro, en tono altisonante y disgustado habló mal de la burguesía parasitaria, sin dar más detalles. Inevitable recordar que la mujer con quien forma pareja, cuando ocupó la presidencia de la Asamblea Nacional, colocó en esa Nómina a muchos de sus familiares, quienes disfrutaban de elevados ingresos y prebendas, lo que seguramente les llevó a cambiar de status, pasando del pelabolismo standard al nivel inicial de nuevorriquismo que llaman boliburgués. De modo que esa velada amenaza de Maduro contra la burguesía parasitaria, debe tener asustados a sus parientes no consanguíneos, cuñados y otras variantes del jardín de empleados de la AN que Floresció cuando Cilia sembraba y regaba por esos predios. Y si Maduro va contra ellos, ese sería el primer ataque contra la Corrupción en más de 14 años rojos rojitos. Pero el ingrediente que más brilla en ese variopinto cruzado preparado por Maduro, se deriva de su afirmación de que “a él SÍ le gustan las mujeres”. Es imprescindible señalar que jamás, en la Historia de Venezuela, desde que aparecieron las carabelas de Colón y descubrieron la desembocadura del Orinoco (hasta entonces los testimonios eran orales, y en las sociedades indígenas no dedicaban tiempo a mitines ni confrontaciones que implicaran discursear y almacenar lo dicho por cada cacique candidato), nunca supimos de funcionario de gobierno o candidato a algún cargo que incluyera en su declaración la particular referencia a sus gustos en materia sexual. No existen afirmaciones oficiales de parte de Capitanes Generales, Gobernadores de Provincia, Jefes militares del bando realista o independentista, Presidentes, Alcaldes, en las que quisieran dejar constancia de que les gustaran las mujeres. Eso se daba por sobreentendido. Bolívar, antes y luego de enviudar, llevó una vida disipadísima, tanto en Europa como en América, amantes tuvo a granel, pero jamás hizo mención a lo que era obvio, que le gustaban, de Josefa a Manuela, pasando por varias docenas de muy liberales doncellas que se arrochelaron con él sin vínculo eclesiástico. El bagre Gómez, quien de paso nunca pasó la noche con una mujer, disfrutó de discretísimas breves yuntas, de la mayoría de las cuales brotaron ese montón de “ahijados” que cada cierto tiempo se aparecían por Maracay en procura de alguna ayudita del “padrino”, quien en ninguna ocasión resaltó que le gustaran las féminas, ni hacía falta, sus acciones hablaban por él, y no eran invisibles los bagrecitos que dejó regados por todo el territorio nacional. A Pérez Jiménez lo hicieron más famoso que sus excesos represivos y sus afanes peculadores, sus andanzas empelotas sobre una moto Vespa, persiguiendo hembrotas, también en cueros, bien pagadas en dólares que eran de todos nosotros, sobre la arena de las playas en La Orchila. Tampoco tuvo alguna vez la necesidad de aclarar que, aparte de tener que calarse a la robusta Doña Flor, le encantaban las vagabundas que, tras un corto trayecto que sirviera de foreplay, se dejaran alcanzar por el gordito de Michelena y su vehículo de dos ruedas (que ni sus diseñadores en Italia imaginaron en esos lascivos circuitos salitrosos). De modo que llama la atención que un hombre ya cincuentón, de repente sienta la urgencia de asegurarle a su audiencia que a él SÍ le gustan las mujeres. Yo tengo 67 años, y jamás me he visto tentado a aclarar ese asunto, como tampoco me he visto obligado a afirmar que soy venezolano, que sé leer y escribir, que tengo cierto grado de cultura, que soy demócrata, que NO me gusta la violencia, ni las manipulaciones que los inescrupulosos hacen de los más ignorantes y necesitados. Es curioso que Betancourt, Leoni, Caldera, CAP, Luis Herrera, Lusinchi, o Ramón J. Velásquez no incluyeran esa aclaratoria en ninguno de sus numerosas intervenciones públicas. Maduro viene a ser un pionero en este asunto, quizá por mostrarse revolucionario en algo, aunque a la larga ese algo se transforme en un tiro que le salió por la culata. Por mi parte, aclaro lo del título. Soy muy respetuoso del idioma, y procuro usarlo correctamente. Afirmar que a uno le gustan las mujeres, implica que a uno le gustan todas las mujeres, y no va conmigo ese arrejuntamiento indiscriminado. Primero excluyo a las menores de 18 y a las mayores de 60 (por ahora), y entre las de 19 a 59 no considero a las que sean antipáticas, feas a rabiar, demasiado sifrinas o medianamente resentidas. Me quedo con un montón, que aun siendo minoría, llena el requisito esencial de ser hermosas, es decir, bonitas, inteligentes, preparadas y sin complejos ni tendencias a dejarse manipular. Conste que sólo elucubramos sobre el verbo gustar, ya que en la praxis soy monococono y feliz. Como el agua que se escapa del cuenco de las manos, ya derramada sobre la tierra, no es posible recogerla. Ni siquiera con esa posterior declaración tratando de reparar los daños, “si yo fuera homosexual lo asumiría”, en especial por el antecedente aun fresco de Maduro usando la expresión cubanoide “mariconsón”, para referirse de manera inaceptablemente peyorativa a esa minoría tan agredida, en la Cuba de Fidel y en la Venezuela de Chávez y su combo, hoy encabezado por el intolerante Maduro. Con toda razón las víctimas de sus injustificadas agresiones verbales organizan una Protesta en su contra. No es justo que en pleno tercer milenio, debamos soportar a quienes mantienen los códigos de pensamiento propios de las épocas y sociedades anteriores al siglo 20. Maduro se comporta de acuerdo al aprendizaje recibido durante su adoctrinamiento en la Cuba castrista. En sus cursos juveniles incorporó la homofobia fidelista al conjunto de dogmas y consignas con que fabrican por allá a estos fósiles del estalinismo, incapaces de actualizarse y reconocer que la URSS y el Muro de Berlín implosionaron, y que China, Vietnám, y ahora Cuba, a duras penas y gateando sobre sus oxidados Mitos, contradicciones y endémico parasitismo, se mueven en el marco del capitalismo más salvaje. Son hasta entendibles la confusión y el desasosiego que llevan a Maduro a cometer con tanta frecuencia los graves errores que se acumulan en su prontuario. No debe ser fácil sostener la farsa de la misteriosa enfermedad sin médicos ni reportes acreditados, más difícil aun desde que a Chávez lo desaparecieron, el 8 de diciembre, sin dar pruebas de su ubicación y condiciones de salud que respaldaran que estaba VIVO y LÚCIDO, como para respaldar todas esas actividades en que la mente afiebrada de Maduro puso a participar al paciente invisible. No cuadran los apretones de mano con gigantesca fuerza, las reuniones de cinco horas, las firmas de nombramientos y ejecutorias, que incluyen el “Ajuste que no es Devaluación”, los tratamientos, los avistamientos de la empleada del Hospital Militar, Dubraska, y de Carlos Herrera, ambos nos describen un Chávez activo y sanote, el Derrame Cerebral que cuenta el hermano, el Infarto que narra el edecán, la traqueotomía, el coma inducido, las 4 fotos con fondos cambiantes y dudosa fecha de ocurrencia, los traslados de madrugada y sin testigos ni evidencias gráficas, la hospitalización por 18 días en una edificación con cientos de obreros, empleados y profesionales de la Medicina y la Enfermería, sin que algunos de ellos lo hubiesen visto. Luego de que presuntamente lo pasearan bajo el sol por 8 horas, sobre el techo de un vehículo, y lo mostraran, en una urna distinta, durante días en la Academia Militar, anuncia Maduro que van a embalsamar el cadáver para, días después retractarse y anular ese procedimiento, que es lo que permite que un cuerpo sin vida no se descomponga, a medida que ocurre el proceso natural que sigue a la muerte de inmediato (inyectarle formol retarda por pocos días el deterioro normal). Poco les faltó para decretar la prohibición absoluta de criticar al régimen o a Maduro, y prolongar el duelo hasta el 14 de abril. En Corea del norte no se andan por las ramas, al que no llora con frenesí lo siquitrillan. Pero hay que reconocerles que allá permiten que los que pasan frente al féretro puedan ver al difunto por más de dos segundos. ¿Serán más flexibles los de la familia Kim, o tendrán más que ocultar los de la familia castrista? Al ex rockero, ex reposero, le corresponde dar muchas explicaciones, y ya no puede repetir ese sospechoso trapo rojo y homofóbico de que a él sí le gustan las mujeres.

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