Montañas que se dividen en colinas, de Yugoslavia y Checoeslovaquia, a Ucrania, Escocia y Cataluña
Edgard J. González. 18 Septiembre, 2014
Desde hace años he tenido pendiente el escribir este artículo, pero la dinámica socio-política nacional e internacional produce casi a diario situaciones que nos obligan a ocuparnos de ellas, y posponemos algunos temas en aras de aquellos que aparentemente tienen más actualidad e interés de los lectores. Mi título se inspira en una magnífica película de 1995 que disfruté mucho, El inglés que subió a una colina pero bajó de una montaña (en inglés: The Englishman Who Went Up a Hill But Came Down a Mountain, uno de los pocos casos en el mundo del Cine, en que la traducción respeta literalmente el original, por los raros nombres que reciben en castellano muchos filmes que nos llegan con títulos en otros idiomas).
Para resumirla, aquella divertida película de confección británica, con Hugh Grant, Ian McNeice, Colm Meaney y Kenneth Griffith en los roles primordiales (aunque el pueblo de Gales donde sucede en 1917 la leyenda transformada en deliciosa comedia fílmica, es el protagonista esencial de esta cinta), plantea que dos topógrafos ingleses al medir lo que todos en ese pueblo consideraban una montaña y su mayor motivo de orgullo, establecen que esa mole tiene 984 pies de altura, y le faltan al menos 16 pies para llenar el requisito de altura que la calificaría como una montaña, por lo que quedará registrada oficialmente como colina, lo que indigna a los habitantes de Ffynnon Garw, quienes se confabulan para no dejar ir a los dos topógrafos, aumentar la altura de la colina mediante la incorporación de tierra acarreada en toda clase de recipientes, hasta que una segunda medición constata la condición de montaña de su querido y significativo promontorio natural, al que añadieron con voluntad y picardía, los 6 metros que le faltaban (en el film hablan de 20 pies como diferencia) . En la acción hay unidad y crecimiento, tanto del grupo humano involucrado, como del paisaje transformado.
Al graduarme de Profesor de Geografía e Historia en el recordado Instituto Pedagógico de Caracas, tuve el honor de ser propuesto por mis profesores ante el Ministerio de Educación, entonces a cargo de Siso Martínez, en pleno gobierno de Raúl Leoni (sin siquiera haber sido yo jamás, militante o simpatizante de AD o COPEI, prevalecieron los criterios académicos), para el doble privilegio de realizar un Curso de Postgrado en la Universidad de Cambridge, Inglaterra, y poder viajar por buena parte de Europa, durante los períodos vacacionales (que en especial son largos durante el verano, y entonces más aprovechables que ahora, dado el elevado poder adquisitivo que tenía nuestra moneda, los relativamente bajos precios de los restaurantes, hoteles, pasajes en tren y avión, incluso la gasolina, y la circunstancia de que, a pesar de la Guerra Fría y algunos conflictos latentes, se podía circular por todo el viejo continente sin grandes inconvenientes. Fue un aprendizaje intenso, tanto en aquella Universidad de bien ganado prestigio, como por el contacto con diversas culturas, idiomas, climas, paisajes y circunstancias, a veces imprevistas y riesgosas, como las que me forzaron a vivir cuatro meses en Sibiú, Rumania (sometida por el despotismo comunista de Ceaucescu, a su vez manejado desde la metrópoli soviética), a consecuencia de una falla mecánica en mi vehículo, un accidente, y una enriquecedora experiencia que en mucho contribuyó a mi formación individual, junto a otras vivencias, a pesar de las férreas dictaduras que regían en algunos de los países que conocí en mi periplo de juventud.
Podría extenderme en detalles y anécdotas de mis recorridos por el territorio europeo, toqué porciones de África y Asia, pero a los efectos del tema que debo plantear, me limitaré a resumir que estuve en DOS países que hoy son OCHO entidades separadas (algunas de las cuales se enfrentaron de manera sangrienta). Yugoslavia se convirtió en Croacia, Montenegro, Macedonia, Bosnia-Herzegovina, Eslovenia y Serbia (que a su vez contiene sub-conflictos en Kosovo y Vojvodina). Checoeslovaquia dio lugar a la República Checa y a Eslovaquia (aunque, a diferencia de lo ocurrido en Yugoslavia, la separación de checos y eslovacos fue tan consensuada que se la llamó “divorcio de terciopelo”, y mantienen las mejores relaciones entre sí). Extrapolando, yo subí a dos montañas, que se disgregaron y hoy son ocho colinas.
Para llegar a Praga había sólo la opción del corredor terrestre y el aéreo (uno encima del otro, fuera de esos reducidos espacios no estaba permitido circular, y el riesgo era mortal). Estuve en las dos porciones en que Alemania fue dividida por las potencias victoriosas de la segunda guerra mundial, en función de la incipiente guerra fría que sucedió a la muy caliente y mortífera del 38 al 45. Democracia y Dictadura, Colectivismo y Libertad individual, separados por un vergonzoso Muro, el único que en el planeta ha sido construido para impedir que se salgan los ocupantes del espacio que encierra, todos los demás se levantan para evitar el ingreso de quienes pueden tener malas intenciones, como invadir, robar, asesinar o someter a los que se protegen tras el muro. El de Berlín fue la excepción, era para encerrar a los habitantes de la irónicamente denominada Alemania Democrática. Cientos fueron asesinados tratando de escapar del Socialismo Real. Crucé por Charlie Point de una a otra Alemania, recorrí esas dos colinas, que a partir de 1989 se fundieron en una hermosa y pujante montaña (hoy, la locomotora más poderosa del sistema ferroviario que sería la Unión Europea). Encuentro más positiva esa metamorfosis que de dos mitades hace una gran Nación, que el proceso a partir de una entidad grande y variada, que genera dos o seis unidades pequeñas, débiles, aisladas y resentidas (por problemas que no son insuperables, si se tiene el grado de civilización y la sensatez de aceptar las diferencias y seguir en bloque, con el énfasis puesto en las coincidencias y las conveniencias). Es terrible e inaceptable la mutilación de Ucrania (con participación de Rusia, respaldo financiero y militar), que ya ha sido despojada en la práctica de la península de Crimea, y grupos armados de mercenarios pro-rusos mantienen posiciones dirigidas a cercenar parte del territorio oriental de Ucrania, aduciendo que quieren “anexarse a la madre Rusia”. Un soberbio Putin, pretende resucitar al imperio de los zares, ampliando sin escrúpulos ni respeto por las convenciones internacionales, el ya vasto territorio que posee Rusia, con la intención solapada de resucitar la guerra fría y erigirse como la alternativa frente a América del Norte y la Europa Unida. Disminuir la montaña que es Ucrania, para añadir más colinas a su ambicioso y peligroso proyecto expansionista.
Viajé por Inglaterra, Gales, Escocia, Irlanda del Norte y la República de Irlanda. En tierras escocesas fui de Edimburgo a Aberdeen, Inverness y Glasgow. También a España me permití recorrerla, entrando desde Francia recorrí tierras vascas, gallegas, madrileñas, andaluzas, (incluso visité Ceuta y Melilla, ida y vuelta en ferry desde Málaga), valencianas, hasta salir por las tierras catalanas, luego de maravillarme con el diseño geométrico y alucinante de Barcelona. Son obvios y enormes los contrastes y las diferencias entre todos esos espacios, pero no justifican que por ser distintos deban separarse y funcionar cada uno por su lado, cuando han podido compartir el común denominador territorial, España, sin tener que sacrificar ni su lengua, ni sus costumbres, tradiciones, la cultura regional en general que les hace diversos, no incompatibles. Son quizás mayores los contrastes entre hombres y mujeres, y muchas parejas han logrado avenirse por el resto de vida que ambos decidieron al juntarse.
La terrible secesión, que ya pasó sus terribles facturas en Checoeslovaquia y Yugoeslavia, en Pakistán oriental cobró dos millones de vidas para que surgiera allí Bangladesh, pende amenazadoramente sobre otros espacios que forman parte de naciones grandes, prósperas y de interesante diversidad, donde importantes grupos presionan para separarse, alegando para ello que tienen marcadas diferencias (idioma, tradiciones, nivel económico, etc.), y sin embargo ni siquiera han podido convencer a la totalidad de quienes comparten con ellos esas diferencias pero no están de acuerdo con la separación, entendiendo que al permanecer dentro del espacio mayor, han disfrutado y podrán seguir disfrutando de su personalidad como pueblos, para lo cual incluso han alcanzado Status Autonómico, que les permite decidir sobre buena parte de los mecanismos legales, financieros, educativos, que rigen sus espacios, y que ser distintos no colide con ser parte de una diversidad espacial, cultural e histórica.
Hay dos referendos convocados en fechas próximas para aprobar o rechazar la propuesta de la separación, el más próximo, autorizado en el Reino Unido, será en Escocia. El otro, en Cataluña, tiene evidente respaldo popular pero no ha sido legalmente autorizado, por violar el marco legal vigente en España. De concretarse una o las dos separaciones, (lo cual es inconveniente y anacrónico a mi juicio, queda claro que no formo parte de los que se mantienen en la ambigüedad, buscando evitar controversias y caerle bien a tirios y troyanos), ello traería perjuicios directos y colaterales: 1. El surgimiento de más países pequeños, a raíz de un exacerbado chauvinismo, cuyas economías totalmente autónomas pudieran tener que enfrentar insuficiencias mayores, al no contar con el apoyo del resto de la economía y la legalidad, de las que disponían cuando eran parte de un todo más grande y fuerte. 2. El debilitamiento de la Unión Europea, que sin dudas y a pesar de las cíclicas crisis que ha encontrado (en parte por fallas de gobiernos locales, a los que se les ha ido la mano en aquello de “arroparse hasta donde les llegue la cobija”), ha sido un experimento exitoso, que ha producido avances y beneficios al conjunto europeo (del cual quisieran formar parte otros que permanecen fuera, por ser más las ventajas que las desventajas de la Integración). 3. Que lamentablemente cada secesión es un precedente que estimula esas apetencias en los otros espacios con características “propias”, que los incitan a montar carpa aparte, sin sopesar bien las consecuencias de esa insensatez, impropia del siglo y del milenio en que nos encontramos (cuando deberíamos esforzarnos por derribar fronteras y levantar solidaridades, manteniendo cada pueblo sus especificidades, sin atomizar al planeta).
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