Tenemos misiles, derribemos aviones.-
Publicado originalmente el 27 julio, 2014.
La rama o la roca con la que probablemente se realizó la primera agresión “armada” de un humanoide a otro, ha sido gradualmente superada por las lanzas, las flechas con sus respectivos arcos, las espadas, los cuchillos, las catapultas y, desde la aparición de la pólvora, los revólveres, pistolas, fusiles, escopetas, cañones, hasta llegar a las granadas, y las bombas, que podían ser colocadas in situ, o lanzadas desde aviones y barcos, para quedar todas esas invenciones minimizadas por el moderno Misil, que ha venido aumentando su alcance desde cientos de metros hasta miles de kilómetros, con el relativamente reciente añadido de ser teledirigidos e inclusive cambiar su curso de manera autónoma, evadiendo mecanismos de desviación y logrando una precisión con apenas centímetros de margen de error respecto del objetivo trazado a enorme distancia, con sus exactas coordenadas. Hay misiles con varias cabezas u ojivas, que poco antes de dar en el blanco se separan y amplían el espacio-objetivo a ser destruido. Obviamente, uno supone que esas poderosas armas están sometidas a estrictos controles, y son manejadas por personas con la suficiente preparación como para garantizar que no sean utilizadas injusta o arbitrariamente, a capricho, y que las órdenes para su uso real deben pasar por diversos filtros, que incluyen a Jefes de Estado y sus respectivos círculos de Ministros y Asesores, además del indispensable requisito de asegurarse de que no hay error en el blanco seleccionado. El poder de persuasión inherente a la sola existencia de esas súper armas, fue lo que simultáneamente puso en riesgo al planeta durante la grave crisis de los misiles en octubre de 1962, y produjo el Acuerdo entre las grandes potencias, los EEUU y la URSS, a través de sus respectivos primeros mandatarios, John F. Kennedy y Nikita Jrushov, para no llegar al extremo de lanzarse misiles mutuamente, que por ser nucleares habrían iniciado la tercera guerra mundial y el fin de la Humanidad sobre el planeta Tierra, dados los niveles de destrucción y contaminación que tal confrontación traería.
Ucrania es un país vecino de Europa (según el convencionalismo que delimita al viejo continente, que establece su frontera Este en la cordillera de Los Urales, el Cáucaso, el mar Negro y el Estrecho del Bósforo (que divide a Turquía, una pequeña porción europea al este, de la mayor extensión perteneciente al Asia), por donde se ingresa al Mar Egeo y al Mediterráneo. Ucrania tiene frontera al este con Rusia, y al norte con Rusia y Bielorusia. Polonia, Eslovaquia, y Hungría son sus vecinos por breves segmentos al oeste, Rumania, Moldovia y el Mar Negro al sur. Está en el continente europeo, pero su porción oriental desarrolló intensos vínculos con Rusia, por razones de su vecindad geográfica y del control que sobre Ucrania han ejercido, el imperio zarista hasta 1917, el imperio soviético hasta 1991, y ahora el caprichoso empeño de Putin de revivir la vastedad territorial del viejo imperio zarista, a través de alienados, como los pro-rusos dentro de Ucrania, y mercenarios financiados y armados por Rusia, como Igor Strelkov, un adicto a la violencia, que ya tiene en su sangriento prontuario varias intromisiones y crímenes comunes, jefe del grupo de “rebeldes” que lanzaron el misil que abatió al avión de Malaysian Airlines el 17 de julio, sobre la porción oriental de Ucrania que controlan los lacayos de la Rusia de Putin, en lo que ellos denominan república popular de Donetsk, eufemismo para el despojo que planea Putin, pariente del que llevaron a cabo en la península de Crimea, con referéndum fraudulento incluido.
El grupo armado que dirige este forajido, Igor Strelkov, se atribuyó la “hazaña” de haber hecho caer el avión malasio con 298 personas dentro, luego de conocerse que no era un avión militar, simplemente substituyó la acreditación por el hecho, con un prepotente aviso “Les advertimos que no volaran sobre NUESTRO cielo”, como si hubieran derribado un avioncito de juguete que pasaba sobre el jardín de su casa. Lejos de asumir una actitud acorde con la tragedia que causaron, ocuparon militarmente el área, durante varios días impidieron que los grupos de rescate ingresaran. Los “rebeldes” pro-rusos saquearon los restos del avión y a los cadáveres de pasajeros y tripulantes, robando pertenencias de valor y partes metálicas que son imprescindibles para la investigación por parte de los observadores internacionales, que necesariamente conducirían a demostrar que un misil tierra-aire disparado por ese grupo comandado por Strelkov y respaldado por Putin, es responsable por la catástrofe del vuelo que iba de Ámsterdam a Kuala Lumpur, de Holanda a Malasia sobrevolando varios países de Europa, incluido Ucrania, el más oriental del viejo continente en la ruta que se trazó la aeronave siniestrada.
A pesar del conflicto secesionista en esa porción oriental de Ucrania, varias aerolíneas siguen sobrevolando Ucrania, confiadas en que las protege el sistema de seguridad que rige los vuelos internacionales, pues se le asigna un código de cuatro cifras a cada avión, válido sólo para una particular travesía, y los radares en tierra van recibiendo los datos básicos que identifican la aeronave, su condición comercial, la aerolínea, origen y destino, altitud, velocidad, de manera que quien maneje un radar en tierra, sabe exactamente de qué avión se trata, aunque no pueda visualizarlo por estar a varios kilómetros de altitud. Los sofisticados equipos de misiles tierra-aire (se sospecha que se trata del sistema de lanzamisiles “Buk”, SA-11, suministrado por Rusia) cuentan necesariamente con su respectivo radar, para establecer la presencia de una aeronave en el espacio aéreo que cubren, y -caso de tratarse de un avión militar enemigo- dirigir el misil con la mayor precisión hacia su blanco. Las únicas dos opciones en el caso del avión de pasajeros MH17 de Malasian Airlines que fue víctima de un misil cuando volaba sobre Donetsk, son: 1. Que no se ocuparon de identificar debidamente en el radar al avión que veían en la pantalla, o no saben manejar el radar, cualquiera sería negligencia criminal, ó 2. Que recibieron los datos del Transponder del avión comercial, y a pesar de saber que era de pasajeros, decidieron abatirlo, como para reforzar la “advertencia” de que no se debe volar sobre SU cielo, y proyectar una imagen de crueldad que pudiera inducir temores en el ejército ucraniano que los combate, además de aprovechar el “botín de guerra” que les proporcionan los relojes, sortijas, celulares, dinero, laptops y otras cosas de valor que robaron a las víctimas inermes, que consideran algo justo, dirigido a engrosar el “Fondo de Defensa” de la republiqueta que pretenden fundar, para favorecer el proyecto expansionista de la Nueva Rusia, jefaturado por Putin. Una joven pro-rusa, Ekaterina Parkhomenko, ya puso en una red social de Internet su foto utilizando un rimmel azul, que ella describe burlonamente como “Máscara de Ámsterdan, ustedes saben a qué me refiero”, aludiendo a la procedencia de la mayoría de las víctimas, una de las cuales era la propietaria del elemento maquillador que formó parte de lo que esos “héroes” robaron donde quedaron los restos esparcidos. Inescrupuloso y Macabro.
Al llevarse ciertas partes metálicas, regadas en el espacio que ocuparon los restos del avión y de sus ocupantes, ocultan las evidencias que permiten identificar al misil, pues como los seriales de los vehículos, cada misil tiene placas que indican su procedencia, y con esos datos se puede señalar al fabricante, al comprador y al tercero que haya tenido a cargo tanto el misil, como el equipo de lanzamiento y el radar adjunto. Es insultante que hayan modificado la escena en tierra, saqueado los restos materiales y humanos, y extraído lo que les incrimina, pero a la vez deja al desnudo qué clase de basura son (“los muchachos de Chernukhino fueron quienes tumbaron el avión”), ellos y sus pretensiones imperiales, que incluyen combatir al mundo occidental, al que desprecian y consideran decadente, como la voluntad de la mayoría de los ciudadanos de Ucrania de vivir en Democracia y ser parte de la Unión Europea, el factor esencial que desencadenó el conflicto en esa porción del planeta. La basura que busca mutilar a Ucrania, quiere que el territorio que alcancen a controlar se ANEXE a la “madre Rusia”, que no se satisface con sus 17.125.246 Km2, y pretende rehacer la supuesta grandeza que existía cuando los Zares dominaban un enorme imperio, un espacio mucho mayor. No es lo mismo aspirar a ser parte de la exitosa Unión Europea, en paridad de deberes y derechos, que aceptar que el territorio pase a integrarse a Rusia, en condiciones de vasallaje similares a las que dominaban cuando existía la URSS (que entre otras cosas, colapsó por esas condiciones de sometimiento que ejercía Moscú sobre las naciones satélites de su imperio).
En el avión abatido por los filibusteros pro-rusos viajaban 193 holandeses, 44 malayos, 27 australianos, 12 indonesios, 9 británicos, 4 belgas, 4 alemanes, 3 filipinos, 1 canadiense y 1 neozelandés. 7 expertos en SIDA iban a Australia, a participar en un Congreso sobre los recientes enfoques en esa terrible enfermedad, y su muerte significa un freno a los avances que sus investigaciones producían, para beneficio de millones de víctimas del SIDA en el mundo entero. 298 seres humanos totalmente ajenos al absurdo conflicto en Ucrania, que es alimentado por las apetencias territoriales de la Nomenklatura rusa que dirige Putin, y los estúpidos y anacrónicos nacionalismos a ultranza, que convocan a locos adictos a la violencia que se sienten realizados cuando juegan a la guerra, como el tal Igor Strelkov, cuya falta de Moral y escrúpulos lo lleva a justificar, no sólo el haber derribado el avión, sino el saqueo de los restos, incluyendo a las víctimas y también las evidencias del horrible crimen cometido. La Unión Europea ha dado a entender que exige una profunda investigación y castigo para quienes resulten responsables de esta horrorosa tragedia, pero sabemos que otros intereses pesan, y probablemente las sanciones no tengan el rigor que esos criminales merecen. Lo menos que Europa y el mundo civilizado debe hacer, es quitarle a Rusia la sede para el Mundial de Fútbol pautado a celebrarse allí en el 2018. Por mínimo respeto a las 298 víctimas, y por la mínima dignidad de la porción sensible de la Humanidad.
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