domingo, 8 de marzo de 2020

Dos causas casi huérfanas.

Dos causas casi huérfanas.
Edgard J. González.-

Iba a titular este artículo “Dos causas huérfanas”, debido a lo infructuosos que han sido mis esfuerzos por convocar personas de relevancia nacional, a quienes compete este proyecto, y deberían sentirse obligados a defenderlas en virtud de sus posiciones en la dinámica socio-política del país. Pero dado que organicé su descripción y los argumentos que justifican su existencia, soy su progenitor, y de allí el “casi” del título definitivo. Toda causa nace de la iniciativa de una o pocas personas, pero sin apoyo cuantitativo y cualitativo, no logran, primero difundirse, y luego consolidar su propósito esencial. 

Desde hace años he intentado iniciar una campaña con doble propósito, pero no he logrado el apoyo de personas con alguna cuota de poder, a quienes compete el doble tema (diputados a la AN, directivos de Gremios de Periodistas, Abogados, Académicos, Universitarios y ciudadanos en general) y tendré que iniciarla solo, esperando que en el camino se sumen algunos, preocupados por estas dos causas;

1. Defender la Libertad de Expresión, en todos los casos en que esa expresión identifique al autor y promueva la VERDAD y los principios de la Democracia y la Civilización moderna. Y me refiero más concretamente, a defenderla de las rutinarias arbitrariedades de los que, en el ámbito de lo público y de lo privado, establecen límites, topes, censura, a todo contenido que perjudique sus intereses (partidarios, gubernamentales, comerciales, familiares, etc). No sólo los funcionarios de regímenes abusivos aplican mecanismos de censura parcial o total a los textos (noticias, reportajes, entrevistas, artículos de opinión) que consideran lesivos a sus intereses, también jerarcas de la empresa privada (TV, Radio, Prensa escrita analógica y digital) presionan para evitar que ciertas verdades se difundan, porque afectan sus reputaciones o intereses varios, o simplemente por imponer sus criterios, caprichosos o arbitrarios, en lo cuantitativo y cualitativo. A eso hay que ponerle claros límites legales.

2. Resguardar el patrimonio de lo publicado. En prensa impresa y en prensa digital (virtual) tenemos un bagaje cultural valiosísimo, acumulado durante siglos, en el caso de la prensa impresa en papel, de al menos tres décadas en la digital. Pero todo ese material, que es parte de la gran imagen de lo que hemos sido y somos, plasmada y analizada desde el punto de vista de periodistas y articulistas, no está al alcance de la mayoría. En el caso de lo publicado en papel, muy pocos países ofrecen la opción de revisar los periódicos microfilmados o digitalizados, y el patrimonio digital es borrado cada cierto tiempo del almacén virtual donde cada diario o portal lo mantiene, por un lapso que depende de la discreción y la conveniencia de los dueños y jerarcas del medio. De manera que no tenemos acceso a la mayor parte de las noticias y opiniones publicadas en papel, a lo largo de los recientes 200 años, y regularmente sólo mantienen almacenado y ofrecido al público en general, una porción -la más reciente- de lo publicado en INTERNET, pues para “actualizar” cada sitio, borran parte de lo que publicaron, dejando sólo lo más reciente. Imaginen que las bibliotecas, a las que POR LEY deben ser enviados ejemplares de cada diario y de cada revista o publicación impresa, decidieran deshacerse de todos los libros, diarios y revistas “viejas”, para dar espacio a lo nuevo. Eso es inconcebible ¿cierto?. Pues es lo que ocurre con lo digital (y parcialmente con lo impreso, al no digitalizarlo). Las generaciones futuras tienen DERECHO a conocer lo que se comunicó por escrito (y por radio y TV) a nuestra generación y las anteriores. No es justo ni lógico que desaparezcan los artículos de José Ignacio Cabrujas, Mario Vargas Llosa, Arturo Pérez Reverte, Fernando Savater, Javier Marías, Martín Caparrós, Rodolfo Izaguirre, Íbsen Martínez, Laureano Márquez, Leonardo Padrón, Alberto Barrera Tyszka, Héctor Abad Faciolince, Sergio Ramírez, por nombrar sólo algunos, porque a los dueños-jerarcas de los medios donde fueron publicados les parece que mantenerlos almacenados digitalmente por 4 o 5 años es más que suficiente.

En apretado resumen, esos son los dos propósitos de mi bifronte campaña, y espero que algunos la asuman como propia, le hacemos un beneficio a la civilización del futuro, similar al que derivó de la invención de la escritura, que produjo el inicio de la Historia, la invención de la Imprenta, que multiplicó con creces la exigua cantidad de textos que hasta entonces eran muy pocos y elaborados a mano, lo cual estimuló y democratizó la lectura y el conocimiento, y muchos otros avances civilizatorios.

El grado de arbitrariedad que viola o reduce el Derecho de Expresión varía de acuerdo al medio, a la posición de quien hace de censor, a las circunstancias sociales, económicas, políticas, del momento (de manera ortegaygassetiana), e incluye el nivel de mojigatería vigente en cada tiempo, así como de la intensidad y el estilo de quien redacta la noticia, el reportaje, el editorial, el artículo de opinión, o realiza la entrevista. Todos esos elementos se combinan  para ampliar o reducir el grado de permisividad que hará posible la publicación del texto, sin modificaciones, sin adulteraciones, sin mutilaciones, y en casos extremos producirá la prohibición total de que sea publicado, por órdenes del Jefe de redacción, el Director del medio, el alto funcionario gubernamental o el empresario que considere inconveniente lo que contiene el texto sometido a censura parcial o total.

Como quiera que he sido articulista de opinión desde finales de 1971, mis escritos aparecieron en diarios analógicos, impresos en papel, ocasionalmente en El Informador, Quinto Día, El Nacional, El Larense, (en El Impulso durante 34 años), y desde 1999 publico en formato digital en Analítica, del 2009 al 2018 publiqué en Noticiero Digital (donde gradualmente me fueron limitando hasta forzarme a no colaborar más con ese portal donde abundan las arbitrariedades y el gatopardismo). Tengo autoridad y experiencia para denunciar las irregularidades que atentan contra la Libertad de Expresión y contra la conservación de ese muy valioso bagaje cultural, y debo nutrir la denuncia genérica con señalamientos concretos, que refuercen la argumentación básica para luchar por estas dos causas, aunque el énfasis esté a la escala del articulismo de Opinión.

En ocasión de visitar la sede administrativa de Tal Cual, en 2007, me enteré de que no publicaron un breve artículo mío en el que sustentaba un reclamo válido dirigido a un cantante local muy famoso, “porque ellos habían publicado la semana previa un reportaje elogiando a ese artista”. Alegué que mi reclamo iba con mi nombre y apellido, y no involucraba al diario, que debió publicarlo. Se disculparon, y a los pocos días recibí un e-mail en el que me informaban que tendría un espacio fijo quincenal para mis opiniones. Nunca se concretó esa oferta.

Con cierta regularidad envié a la sección “Cartas a la redacción” de Quinto Día, comentarios sobre la situación del país, que enviaba acompañado de mis señas particulares, las cuales el diario indicaba que no serían publicadas, que eran exclusivamente para identificar al lector. Pues Quinto Día publicó uno de mis comentarios más intensos contra el régimen castrochavista, con todos mis datos, dirección, teléfonos, y por supuesto recibí amenazas de dogmáticos incondicionales del caudillete bastardo y bipolar. Les hice el reclamo correspondiente y suspendí mis comentarios en ese semanario impreso.

En el portal ProDaVinci, debidamente registrado y autorizado para dar mi opinión, a menudo mis comentarios desaparecían, cuando cuestionaban parte de algún texto, aunque fuesen argumentados con validez y respetando el idioma castellano. Insistía en reponerlos y al cabo de un tiempo fui bloqueado por señalar contradicciones, falsedades o exabruptos en las afirmaciones de los sagrados del portal, que optaba por rechazar las críticas para mantener la virginidad y la infalibilidad de algunos de sus escribidores. Uno de ellos mantenía que una fotografía en la que aparezca una persona, aunque sea en primer plano, ¡no es un retrato si la persona no está mirando a la cámara !. Otro afirmó, en alarde adulatorio hacia la minoría inmediatista alzada en armas durante los años 60, que el primer poeta venezolano que escribió en forma coloquial entendible para el pueblo, fue Caupolicán Ovalles. Y yo simplemente respondí que según ese enfoque, no existieron Andrés Eloy Blanco y Aquiles Nazoa, que fueron indudablemente superiores al ungido del mujiquita jalamecate. Sería muy alienado quien no vea la violación a la libertad de expresión, y la grave ofensa a la verdad que buscaban ocultar. 

Esa hipersensibilidad que salta en injustificada defensa de los articulistas del medio, aunque con ello protejan las mentiras y falacias que algunos de sus textos contienen, no es exclusiva de los medios venezolanos, también afecta espacios en la red de portales originados en otros países, pero si nos detenemos a detallar ese otro flanco, incurriríamos en mucho abarcar y poco apretar

Algunos Jefes de redacción no tienen claras las diferencias de su oficio y el de los caporales de finca en tiempos del Latifundio. He recibido respuestas inapropiadas, irrespetuosas, o violatorias del Derecho de Expresión, derivadas de la sobreestimación que ellos hacen de sí mismos, subestimando a los que contribuyen a llenar con textos de calidad los espacios de los medios en que son temporalmente los encargados de organizar el contenido que ofrecerán al público. Sus excesos van desde modificar el título  o parte del contenido del artículo de opinión, hasta negarle publicación, y los motivos que alegan para ejecutar estas violaciones incluyen 1. “que infringe el manual interno” (que no han dado a conocer, y no se puede aplicar un conjunto de normas que sólo conoce y maneja el mandamás), 2. “Por  mencionar por nombre y apellido al culpable de las irregularidades, faltas, delitos, denunciados en el texto”, lo que beneficia a los criminales manteniéndolos en el anonimato, 3. “Que supera el, tope máximo de caracteres con espacio establecido por el medio”, lo cual siempre ha tenido vigencia en los diarios analógicos, restringidos por su tamaño y el volumen de papel que requieren (generalmente eran una o dos cuartillas), pero en los medios digitales no existen esos límites, y es inaceptable que al trabajo intelectual que se invierte en la elaboración de un artículo de opinión, que depende esencialmente del estilo y la inspiración del autor, pretendan homogeneizarlo, uniformarlo, obligando a todos a seguir un formato reducido, cuando en la praxis hay articulistas que redactan textos muy breves, y otros necesitan de mucho más espacio para expresar completas sus ideas sobre determinado tema. 

En Democracia hay variedad, no se puede exigir a quienes suelen escribir artículos de dos o más cuartillas que se limiten a una sola, como sería abusivo exigirle a quienes suelen escribir menos de una cuartilla, que aumenten a dos o tres porque ese es el criterio de los capataces del medio. Las limitaciones que rigen en Radio, TV y medios impresos, donde Tiempo y Espacio son unos tiranos, no funcionan igual en formato digital, lo que debiera permitir que cada articulista desarrolle sus puntos de vista, sus análisis, su opinión en las dimensiones que cada tema y su propio estilo le exijan, sin que deje de ser un artículo. ¿Qué habría sucedido si criterios arbitrarios le hubieran exigido a Shakespeare, Cervantes, Dante Alleghieri, que redujeran a la mitad sus obras? ¿Si un editor hubiera exigido que García Márquez se limitara a escribir “Sesenta años de soledad”?, ¿Si a Cabrujas, que ocupaba media página semanal en El Nacional, lo hubieran restringido a un cuarto de página?. ¿Cómo sería el mundo actual, si esas y otras obras valiosas hubieran desaparecido al cumplir 5 ó 10 años de ser publicadas, para dejar espacio a nuevas obras?. ¿Tenían derecho los editores a cambiar los títulos o los contenidos de esas producciones excepcionales? ¿Imponer que el Quijote se desarrollara en Grecia, trasladar a Romeo y Julieta de Verona a Munich, que Cabrujas no hiciera referencia a la realidad venezolana, que Padura no mostrara las crudas verdades sobre Mercader y Stalin, que Vargas Llosa no hubiera compartido sus intimidades con la Tía Julia?.

Y la mojigatería también participa. Textos que son esencialmente dirigidos a personas adultas, reciben censura por intercalar palabras que otrora eran impensables en una lectura para damas y caballeros, pero en la contemporaneidad son de uso regular en términos coloquiales. García Lorca escribió “La flor en el culo del muerto”, García Márquez tituló uno de sus libros “Memorias de mis putas tristes”. Y aun encontramos “moderadores” que se escandalizan con términos de uso cotidiano en cualquier ambiente, de barrio bajo, de urbanización clase media, de obreros, estudiantes, profesionales, literatos, deportistas, políticos. No se pueden juzgar expresiones del siglo 21 con parámetros de siglos previos

Editores, Directores y Jefes de Redacción, Presidentes y Ministros, no son los patronos de quienes nos muestran las realidades y las fantasías de su inspiración y estilo, en libros, en folletos, en artículos. Lo que deben cuidar es el respeto por el idioma, la calidad de los argumentos, el atractivo de la historia o el análisis, tal y como los redactan, en textos que pueden ser cortos, medianos o largos. 


¿Merecen solidaridad y esfuerzo estas dos causas, o seguimos enfermiza y tercamente apoyando sólo la histeria de Greta, la adolescente que abandonó el liceo y su versión del calentamiento global, o el creciente pánico del coronavirus, como si no existieran otros problemas graves, y otros factores  -naturales y correspondientes a la dinámica terrestre-, que han modelado el planeta por millones de años y también participan en las crisis que están de moda, además del culpable único tradicional “de los políticamente correctos”, el Capitalismo

Pangea, cuando toda la masa emergida formaba un solo continente, hace entre 200 y 300 millones de años. Y hubo formaciones similares anteriores. Da una idea de la formidable dinámica tectónica terrestre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario