jueves, 27 de abril de 2017

Mis deudas con mis otros hogares.

 

Mis deudas con mis otros hogares.

12 Julio, 2012       Edgard J. González 

A la Pfsra. Duilia Govea de Carpio.

Mi primera deuda fuera del hogar familiar, la adquirí con las monjas de la Casa Cuna, que me enseñaron a leer y escribir siendo un niño de cinco años. ¡ Qué ironía ! Lo que ellas me dieron fue imborrable, me ha acompañado permanentemente durante 61 años, pero era tan joven que no puedo recordarlas individualmente. Sin embargo, les agradezco muy honestamente su dedicación y eficiencia, como a cada Maestro y Profesor que dejó su huella académica en mí, en nuestros segundos hogares, desde la Escuela hasta la Universidad. Escribir y leer han sido una maravillosa adicción, fueron mis herramientas para aprender y pasar de grado en grado, me ayudaron a seguir aprendiendo mientras ejercía la Docencia, y ya jubilado, siguen contribuyendo con el interminable proceso de crecer y madurar, que para, sólo cuando bajamos el telón.

Al escribir soy absolutamente responsable del contenido de cada uno de mis artículos, puesto que en ellos expreso mis opiniones. Escribo a partir de mis recuerdos, vivencias, emociones y particulares apreciaciones. Asumo los aciertos y las fallas, los méritos y los olvidos, aunque otros pudieran sentirse interpretados por alguna porción o la totalidad de lo que, como lectores, encuentren en mis escritos, y hacerlos suyos.

En agosto de 1964, hacen casi 48 años, varios cientos de Maestros y Bachilleres, la mayoría muy jóvenes y por ende inmaduros, presentamos durante cuatro días, las pruebas de admisión para ingresar al Instituto Pedagógico de Caracas. Exámenes que indagaban el nivel de preparación que la primaria y la secundaria hubieran dejado en cada uno de nosotros, las inclinaciones vocacionales y el estado de salud general. Creo recordar que la mitad obtuvo su inscripción, pero de esa cantidad apenas una quinta parte logró culminar los cuatro años de estudios que acreditaban el título de Profesor, en nuestro caso, de Geografía e Historia.


Como en las Escuelas y Liceos, comenzábamos en septiembre y culminábamos a finales de julio, la continuidad de aquellos años lectivos sólo era interrumpida por los asuetos de diciembre, carnaval y semana santa, pero indudablemente que se aprovechaba más el tiempo que con el esquema semestral, que no tiene períodos de actividad docente equivalentes a medio año, es susceptible a sufrir más interrupciones, y con frecuencia puede ocurrir que a lo largo de los 365 días de un año -una traslación del planeta que habitamos alrededor del Sol-, sólo se desarrolle un semestre accidentado, sin haber cubierto lo previsto para cada asignatura ni cumplido los otros objetivos, propios de una Institución educativa. Fuimos favorecidos por ese período anual, nos permitió compenetrarnos más con el Pensum, con las orientaciones pedagógicas, con nuestros profesores y con nuestros compañeros.

El jardín de infancia o Kinder, la Escuela, el Liceo, La Universidad, son hogares temporales y complementarios, donde gradualmente nos dan las herramientas para incorporarnos al mundo grande, más allá de la familia. Aprendemos a canalizar el espíritu gregario con disciplina y tolerancia, y nos capacitan para ejercer un oficio, con el cual podamos simultáneamente ser útiles a la Sociedad y productivos, ganarnos el pan. Son variados los factores que conllevan al feliz desenlace en esa relación del individuo con la Educación formal, que puede ser prolongada o efímera, provechosa o dañina, positiva o castradora, pero en todos los casos el Maestro es esencial, para bien o para mal.


Fui muy afortunado tanto en el hogar familiar como en los complementarios, y en el balance que hacemos en retrospectiva, encontramos que son más los recuerdos alegres que los tristes, que pesan más los momentos positivos que los negativos, que ocurren en la vida de todo ser humano eventos hermosos y eventos horribles, pero si los adultos encargados de tu formación, familiares y amigos, maestros y profesores, fueron lo suficientemente responsables, necesariamente han de ser satisfactorios los resultados.

Son muchas las personas e instituciones a las cuales debemos expresar sincero agradecimiento, pero vamos a circunscribirnos a la etapa universitaria, esos cuatro años en el recordado y querido Instituto Pedagógico de Caracas, donde la adolescencia de la mayoría de nosotros, los integrantes de la Promoción Juan Bautista Plaza, encontró el adecuado cauce para irse sosegando, depender menos de lo hormonal y cada vez más del esfuerzo académico y la disciplina profesional, que nos fueron inculcando, dentro y fuera del salón de clases, ese grupo de docentes que nos tuvo a su cargo, entre quienes destaco a; Duilia Govea de Carpio, Ramón A. Tovar, Felipe Bezara, Miguel Hurtado Leña, Ignacio Burk, J. R. Guillent Pérez, Pedro Felipe Ledezma, Martín Díaz Peraza, Antonio Anderson, Edmundo Marcano, Evangelina García Prince, Tula Núñez de la Torre, Maruja Cedeño de Taborda, Carlos Arturo Rivas, Mirna Mota. El Profesor Luis Carpio Castillo, aunque no le dio clases a mi sección, también colaboró con nuestra formación, sus amables e interesantes interrupciones a las clases regulares, nos informaban acerca de asuntos trascendentales que estuvieran ocurriendo a escala internacional, su especialidad.

El recordado Sr. Uzcátegui, el Bedel hacendoso que siempre hallaba tiempo para nosotros, en el simple esquema de lo que llamábamos “El Pueblito”, la estructura donde convivíamos los de Sociales y los de Filosofía, a cierta distancia del hermoso edificio central que servía de sede a los otros departamentos.


Fuimos bienvenidos con un Monólogo dirigido por el Profesor Salomón, y la sabrosura de las poesías recitadas por el gran Balbino Blanco Sánchez (por coincidencia, también me deleitó a mi ingreso al recordado Liceo Andrés Bello), en el viejo auditorio, sacrificado en 1965 para dar paso a La Araña. El Mapa del norte de Venezuela, custodiaba el trayecto que separaba al pueblito del edificio central, y se nos iba grabando en la mente, lo que luego sería de gran utilidad para quienes ejercerían como educadores en Geografía e Historia.
En el Liceo de Aplicación hicimos las Pasantías de tercer año, ya con traje, corbata y mucho nerviosismo, ensayando en serio el quehacer docente. Había en julio examen final, con nota previa, jurado de tres y posibilidad de perder el año, Genuinas exigencias por Calidad Académica, si hubo quienes no las aprovecharon, eso escapa a la responsabilidad del Pedagógico. En esto de la formación personal, mucho depende del individuo, a todos les dan un carnet que les acredita como alumnos de la Institución, pero no todos son Estudiantes.

Cuando han transcurrido varias décadas, el tiempo y las travesuras que nos hace la memoria, nos impiden recordar todo cuanto hemos venido almacenando desde la más tierna infancia. Nuestro disco duro biológico también tiene sus limitaciones. Con cierta pena, a menudo debemos reconocer que hemos olvidado un nombre, un suceso, inclusive términos que usábamos en nuestro diario trajinar con la tiza y el borrador. Si a un alumno le cuesta recordar a todos los que fueron sus maestros y profesores, que sólo fueron algunas docenas, a un docente no se le puede exigir que recuerde a los miles de jóvenes que tuvo a su cargo, durante una labor de décadas.


Pero puedo apostar a que unos cuantos profesores como usted, Profesora Duilia, no han sido olvidados por ninguno de sus alumnos: La impronta que dejaron en nosotros hace imposible que el olvido desplace la obligatoria asociación de su imagen con ciertos términos cuyos conceptos usted nos enseñó. En lo personal la recuerdo, cuando veo un Drenaje Dendrítico, una Falla, un Cono de Deyección. Una parte de ustedes estaba presente a la hora de preparar y dar una clase, repasar un tema, dar explicaciones en un trabajo de campo, evaluar con honestidad, exigir en la medida en que uno se exige a sí mismo.
Egresé de 22 años y ya los he cumplido otras dos veces más. Gracias a ustedes, Profesores del Pedagógico, muchos de nosotros podemos afirmar que la madera natural que éramos cuando ingresamos al IPC, no se pudrió a la intemperie, ni se volvió cenizas luego de una fugaz utilidad como leña. Ustedes, artesanos de la Enseñanza, gradualmente nos convirtieron en sólidos, resistentes, útiles y duraderos muebles, que alguna contribución hicimos al país, con las informaciones y los ejemplos, el método y la sensibilidad que aprendimos de ustedes.

Como las rocas, atravesamos en la vida por tres etapas bien diferenciadas; Al inicio somos ígneos, infancia y juventud, inexperiencia y superficialidad, más hiperactivos que productivos. Luego metamórficos, vamos gradualmente transformándonos y madurando, además de las responsabilidades profesionales enfrentamos las de levantar un hogar propio, nos ocupamos de los hijos, y de los alumnos, que son hijos ajenos que encuentran un hogar temporal frente al pizarrón y junto a sus hermanos de pupitre. En la última etapa somos sedimentarios, ya nos dedicamos a ordenar todas las experiencias como estratos en secuencia, andamos a paso menos firme pero con convicciones más fuertes. Con el retiro meditamos a ratos y también nos podemos dedicar, los que tengan ese eslabón ya alcanzado, al abuelazgo, a consentir de la forma más irresponsable y cariñosa, a esas criaturas que nos muestran lo que fuimos, antes de comenzar a tener conciencia y asumir tareas.


Travesuras de la dinámica humana me pusieron a 350 kilómetros de distancia, en Barquisimeto y en otro Pedagógico, hermano menor del que está en El Paraíso. No me ha permitido la distancia mantener la normal relación que habría ocurrido de seguir viviendo en Caracas, tanto con los compañeros de estudios y promoción, como con los profesores que nos formaron. No puede faltar en este texto la melancólica inclusión de quienes se nos adelantaron, amigos, colegas, por quienes expresamos, más que un minuto de silencio, un pensamiento alegre y solidario, al evocar los momentos que juntos disfrutamos del 64 al 68. ¡ Están Presentes en nuestros corazones !


A los profesores que siguen con nosotros, les reitero, muy probablemente esto lo compartan todos los integrantes de la Promoción Juan Bautista Plaza, que seguimos siendo sus alumnos, que tenerlos de profesores ha sido un privilegio, y que sentimos por ustedes Respeto, Admiración y Agradecimiento. Sinceramente.



*Fotos tomadas por EJG. 
* Publicado en los portales Analítica y Noticiero Digital, el 12 de julio del 2012, en ocasión de rendir un merecido homenaje a la Pfsra. Duilia Govea de Carpio, en el Auditorio del nuevo edificio del IPC.

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