Pena de muerte, vergüenza de muerte.
Hace
pocos años un grupo de profesores y estudiantes de la Escuela de Derecho en una
Universidad de Nueva York, asumieron el trabajo de investigar a fondo sobre una
serie de casos criminales, de convictos condenados a la pena de muerte en los
Estados Unidos. Los casos seleccionados eran de reos que llevaban años en el
pabellón de la muerte, pendientes de una ejecución que se había logrado
posponer varias veces a fuerza de apelaciones y otros recursos dilatorios. En
varios de los casos, la revisión detallada por parte de estos abogados,
veteranos o por graduarse, condujo a la consideración de testimonios ocultos o
pruebas adulteradas, y eventualmente a una modificación de la pena. *Un caso en
particular ocupó los titulares y espacios noticiosos, el de un joven negro
acusado de homicidio, a quien no habían ejecutado gracias a que una prueba
psiquiátrica lo ubicó en calidad de retrasado mental, y ya se sabe que la
Justicia ordinaria considera no responsables a quienes sean enfermos mentales,
orates, o manifiesten retraso en su condición mental. Las investigaciones
determinaron que los agentes policiales a cargo del homicidio habían actuado
apresuradamente, y no siguieron pistas evidentes sino que se contentaron con
incriminar al infeliz que circunstancialmente fue detenido y a quien el jurado,
también de prisa, encontró culpable y merecedor de la pena de muerte. Las
indagaciones del equipo universitario llevaron a reabrir el caso criminal y sin
dificultad, a través de declaraciones subestimadas desde el inicio del juicio,
condujeron a la detención de una pareja que se declaró culpable del asesinato
por el que incriminaron al inocente, que pasó diez años de su joven vida en la
cárcel, y por poco no fue ajusticiado según la pena máxima que le habían dado
12 jurados, seleccionados al azar, y un juez.
**Unas
semanas después un policía árabe fue acusado en Palestina de violar a una niña.
En un juicio que duró dos días fue encontrado culpable y sentenciado a diez
años de prisión, pero la turbamulta no se sintió satisfecha con la sanción y
exigió un mayor castigo, tras lo cual el sujeto fue ahorcado sin mayores
miramientos. Es harto evidente que en cuarenta y ocho horas difícilmente pueden
obtenerse y analizarse debidamente todas las pruebas en un caso criminal, y es
probable que el indiciado hasta fuese inocente de lo que se le acusaba (como ha
ocurrido en muchos casos, aunque demostrado mucho después). Lo cierto y
terrible de este caso es que la pena de muerte fue aplicada en tiempo récord y
seguramente nadie va a esforzarse por investigar si hubo justicia, ya que de
nada le serviría a la víctima de este proceso sui géneris. Hace más grave el
caso, la posibilidad cierta de que quien fue ajusticiado sumaria y
arbitrariamente fuese inocente, por lo cual el verdadero culpable anda libre, y
probablemente haya reincidido, cometiendo crímenes similares con desfachatez e
impunidad.
***El
médico estadounidense Jack Kevorkian (representado por Al Pacino en un reciente
film), ha sido llevado a juicio varias veces, por auxiliar a enfermos
terminales que manifiestan sin lugar a dudas su voluntad de morir, en virtud de
la inexistencia de dignidad en su vida y el constante sufrimiento, físico y
mental, que se deriva de sus enfermedades. El doctor Kevorkian diseñó y fabricó
un sencillo equipo mediante el cual, una vez instalada una jeringa y la dosis
suficiente del fármaco que adormecerá al enfermo y reducirá su ritmo
respiratorio hasta el colapso definitivo, el propio paciente da inicio al
proceso de su fallecimiento en cosa de pocos minutos y sin dolor, poniendo fin
a una vida que el enfermo encuentra sin sentido e insoportable, en especial por
el permanente sufrimiento que conlleva su condición. Sin embargo, el médico
Kevorkian, quien no hace más que auxiliar al enfermo, respetar la voluntad del
paciente, adulto y en condiciones de enfermo terminal, reiteradamente debe enfrentar
a un tribunal, donde se le acusa de homicida, sin que hasta ahora hayan podido
condenarlo a pena alguna. ****Pero en otro tribunal de los mismos Estados
Unidos de Norteamérica, el juez falló a favor de una paciente, que solicitó le
retiren los equipos que la mantienen con vida, luego de varios años de
permanecer cuadraplégica a causa de un disparo de escopeta que le dañó la
columna vertebral a nivel del cuello, dejándola absolutamente paralítica. El
sufrimiento de esta joven mujer debió ser triple, ya que a la pena de saberse y
sentirse incapaz de mover un solo músculo desde el cuello a los pies, a la
impotencia de tener que depender de una máquina para respirar y de personal
médico y paramédico para todas sus disminuidas funciones orgánicas, se suma la
rabia de que quien le disparó y la convirtió en un ser inútil, fue su propia
madre, presa de un arrebato en medio de su demencia senil. El juez autorizó lo
que la paciente solicitaba, y ya ella descansa en paz, luego de proceder el
personal del hospital a retirar los equipos que la mantenían artificial y
forzadamente con “vida”.
La
contradicción y la hipocresía son muy evidentes en estos dos casos de pacientes
que manifiestan su voluntad de morir, de no seguir viviendo en las
inaguantables condiciones a que les han llevado sus respectivas dolencias. En
el caso más reciente, la Justicia autoriza a los médicos a facilitar el
fallecimiento, mientras que lo intenta penalizar en la situación en que otro
médico, el Dr. Kevorkian, realiza el mismo acto de Eutanasia pasiva, a pedido
directo del paciente, en pleno uso de sus facultades mentales y merecedor de
respeto en sus decisiones, sin la intermediación de un tribunal.
Cuatro
casos específicos he resumido en este artículo, todos vinculados a la muerte,
aunque diferentes en su trama y desenlace. Cada lector está en plena libertad
de llegar a sus personales conclusiones, de acuerdo a sus principios y
convicciones. Quien suscribe, está absolutamente convencido de que es muy alta
la probabilidad de que los hombres nos equivoquemos al ordenar la muerte de un
semejante, por lo que -salvo casos que no dejen lugar a la menor duda
razonable, y en los que se justifique plenamente- estoy en contra de la pena de
muerte como sanción judicial, aunque apoyo la privación de la libertad por
lapsos superiores a 30 años (durante los cuales, si se ha cometido un error,
siempre se estará a tiempo de enmendarlo, aunque sea de forma parcial y la
injusticia haya ocurrido). Si la pena de muerte es producto de un juicio
defectuoso, manipulado, incorrecto, nunca podremos revertir sus resultados y la
injusticia se habrá anotado otro punto.
Pero
respaldo y defiendo el derecho que tiene una persona a disponer que se acelere
el final de su vida, y que se le auxilie en ese propósito, cuando esa existencia
ha perdido su dignidad, y las condiciones de invalidez y sufrimiento son tales,
que obliguen al paciente a sacrificar el tiempo relativo que pudiera quedarle,
siempre que se demuestre que esa es su voluntad, y como tal ha de cumplirse, si
está en pleno uso de sus facultades mentales.
En
el fondo, y a pesar de las creencias y los dogmas religiosos que sostienen, y
se fundamentan en, la posibilidad de otra vida, la mayoría de nosotros sentimos
la íntima y remota convicción de que esa es una fantasía piadosa que nos sirve
para soportar mejor nuestra innegable condición de simples mortales, por lo que
nos aferramos a esta existencia con intensidad, (Caballo viejo: “porque después
de esta vida, no hay otra oportunidad”). Pero precisamente por ello, debemos
ser muy cuidadosos cuando circunstancialmente nos hallemos en la posición de
decidir, por imposición o por autorización, la muerte de alguien: Pudiéramos
cometer una injusticia al condenar a muerte a quien probablemente no la
merezca, y pudiéramos cometer una injusticia al negarle la muerte a quien tenga
derecho a ella y la necesite.
[Recomiendo la película canadiense “Las
invasiones bárbaras” y el film español “Mar adentro”, que plantean el delicado
asunto de la Eutanasia con humor e inteligencia, y tratar de leer todo lo que
se pueda sobre el tema, para lograr un criterio propio al respecto, bien
fundamentado y sin prejuicios].
* Publicado en los portales Analítica y Noticiero Digital. Agosto 2011.-
Jack Kevorkian.
No hay comentarios:
Publicar un comentario