Chávez, en palabras de Rigoberto Lanz
Edgard J. González
Lanz en su más reciente artículo* cuestiona “El marxismo de los curas” por suponerlo superficial, poco sustentado en argumentos surgidos de profundas lecturas de los textos originales. Me tomo el atrevimiento de usar sus propias argumentaciones en contra de esa Iglesia a la que critica, para -cambiando apenas algunas palabras- dirigir ese cuestionamiento al circunstancial líder del llamado proceso revolucionario bolivariano, a quien Rigoberto nunca ha nombrado, mucho menos cuestionado directamente. Irónicamente, todos los párrafos escritos por Lanz para criticar a los voceros eclesiásticos que se oponen a los “cambios” que lleva a cabo el régimen chavista, se adaptan perfectamente al perfil que ha venido construyendo Chávez de sí mismo, a medida que trata de definirse, meta imposible de lograr dado el pasticho ideológico, las constantes improvisaciones y contradicciones, y la obsesión de copiar, en absolutamente todo, al proceso cubano, incluyendo a Fidel y sus expropiaciones. Las palabras que introduzco en su texto están en negritas. Todas sus palabras aparecen en letra cursiva simple. Como comprobarán, permanece intacto el noventa por ciento de su artículo.
Podemos decir que de Chávez emanan “escatologías mesiánicas, convive con los sectores más retrógrados. Hay actores críticos que están en permanente tensión con los jerarcas del estalinismo. Pero la media intelectual de la vocería de los jerarcas del chavismo es de un patetismo insoportable.
La burocracia chavista está cruzada por diversas tendencias que representan visiones y sensibilidades heterogéneas. Hay allí gente muy avanzada, gente estudiosa y bien preparada se consigue de vez en cuando… Eso no tendría mayores consecuencias si la acción política ocurriera puertas adentro. Pero sucede que los voceros del régimen son muy activos en el espacio público, forman parte de la agenda del statu quo y defienden los valores y los intereses del poder.
Mientras la discusión transcurra en los niveles primarios del día a día, las opiniones del régimen pasan sin pena ni gloria. El asunto se complica cuando el jerarca se ve obligado a hacer pronunciamientos sobre temas de envergadura intelectual. Es allí donde se devela la precariedad con la que se manejan asuntos de alto vuelo, la sustitución de los buenos argumentos por criterios de autoridad, la manipulación de problemas muy complejos en nombre del dogma (piense usted en la propiedad privada, la independencia de los poderes o la militarización).
En Venezuela tenemos un laboratorio muy visible para apreciar este fenómeno. En la medida en que el gobierno va y viene sin ninguna agenda de cambios verdaderos, el PSUV se acomoda funcionalmente echando manos de toda suerte de complicidades. Pero cuando aparece una coyuntura socio-política en la que las incapacidades, corruptelas y arbitrariedades están a la orden del día (crisis eléctrica, Pudreval, la Boliburguesía, por citar tres), entonces el discurso autoritario se activa para torpedear las críticas e investigaciones. En ese afán se recurre a cualquier expediente. No podía faltar una consideración demoníaca sobre la Iniciativa Privada.
Pero ¿a qué marxismo se refiere Chávez? Puede usted estar seguro de que no se ha tomado la molestia de leer algún texto de Marx, mucho menos estudiar la producción intelectual asociada al marxismo por más de un siglo. En él lo que se respira es ignorancia pura y dura.
Eso sí, exhibida con aires de insufrible suficiencia desde el Aló Presidente, engolosinado frente a las cámaras de televisión.
Hay un marxismo de pacotilla que circula impunemente en los discursos ordinarios del chavismo histérico, en las casas del PSUV y en cualquier Ministerio donde consigue usted un concentrado de la densidad cultural de buena parte del país.
Es ese el marxismo que está en la cabeza de los chavistas fanatizados a favor de la revolución.
Mientras no tengan que expresarse públicamente, el asunto queda en casa reforzando el "exceso de ignorancia" del que nos hablaba el filósofo Cantinflas.
Como se comprenderá, allí no cabe ninguna discusión mínimamente fundada. De la misma manera que el texto sagrado de la Biblia no está hecho para generar discusiones, el texto imaginario del Socialismo del siglo 21 no está hecho para azuzar algún debate.
Es un comunismo visceral alimentado durante largo tiempo sin que se requiera algún control crítico que ponga en evidencia la ramplonería de este tipo de pensamiento.
Está claro que los aparatos autoritarios operan en la práctica como dispositivos políticos amparados en la fragilidad de las creencias y las necesidades de la gente. Allí no hace falta una gran preparación teórica. Basta un rudimentario abecedario en el que aparezcan los términos malditos: Imperialismo, Oligarquía, Capitalismo, Derecha.
Con audiencias cautivas y el truco de ser voceros de alguna ideología redentora de los pobres, se aseguran la credibilidad ante los fieles.
Esta operación viene haciéndose durante siglos. Entrar y salir de esta lógica opresiva supone toda clase de traumas psicológicos.
Para que un debate serio aparezca es preciso desbrozar hasta toparse con ideólogos formados y con criterios para entablar una conversación pertinente. No digo que sea fácil, pero no hay otro camino.
*Publicado Sábado, 23 de octubre de 2010 en www.analitica.com y NoticieroDigital.
miércoles, 9 de marzo de 2016
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